viernes, 18 de marzo de 2016

Vladimir Putin y la revolución conservadora


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Vladimir Putin y la revolución conservadora

DUGIN ALEXANDER PUTIN VS PUTIN Arktos Mediapor Alexander DuginEl siguiente es un extracto del libro Putin vs Putin: Vladimir Putin Viewed from the Right [Putin vs Putin: Vladimir Putin visto desde la derecha], que fue publicado por Arktos Media.
Durante su primer mandato, el presidente Putin trató de insinuar desesperada y persistentemente el orden del día que iba a proponer a la nación. Muchos querían que hablara con más claridad y que fuera más concreto, pero el estilo de Putin tiende a ser más general: nos da una idea y deja mucho espacio para la interpretación. Pero poco a poco todo pareció juntarse. El enigmático Putin, en silencio, con el ceño fruncido y sonriendo al mismo tiempo, finalmente nos hizo saber que su programa presidencial se define por una simple palabra: el conservadurismo.
Así, durante sus dos mandatos Putin gobernó en la línea de un “programa conservador” y claramente tiene la intención de continuar esta política en su tercer mandato. Pero, ¿qué significa ‘conservadurismo’ en la Rusia moderna?
La esencia del conservadurismo
El conservadurismo en su sentido más general significa una actitud positiva hacia la tradición histórica. Defiende la historia política y social de un estado como un modelo a seguir, tratando de mantener la continuidad de las raíces nacionales y culturales del pueblo. El pasado es  visto por todas las denominaciones de conservadurismo como un fenómeno positivo. No todo en el pasado se percibe como positivo, pero un conservador coherente nunca empañará deliberadamente ningún período de la historia de su pueblo y de su estado.
Por otra parte, el conservadurismo se basa en la premisa de que el pueblo y el estado tienen una cierta misión histórica, que puede variar del mesianismo religioso universalista a la humilde conciencia de la importancia de su identidad nacional. A los ojos de un conservador, el presente, el pasado y el futuro están atados juntos en un solo proyecto integral que se esfuerza por lograr un objetivo nacional claro. En la toma de cualquier decisión política o económica, un conservador siempre recurre al pasado y reflexiona sobre el futuro. Un conservador piensa en términos de hitos y épocas, desatendiendo el beneficio rápido. Su horizonte temporal, geográfico y axiológico es siempre amplio.
Un conservador es un dedicado portador de la cultura nacional y busca cumplir con sus normas. Un conservador siempre se sobre exige a sí mismo: de la oración obligatoria a las duchas frías por la mañana. Un conservador sitúa coherentemente el deber, el honor, el beneficio público, la lealtad a la tradición y su buena reputación por encima del confort, el beneficio, el lucro o la popularidad.
• Un conservador es reservado y prefiere hablar con prudencia y cuidadosamente.
• Un conservador es civilizado y siempre tiene un par adicional de lentes, incluso si tiene una vista perfecta.
• Un conservador está preocupado por la realidad objetiva y selecciona cuidadosamente los libros de lectura.
• Un conservador nunca se considera a sí mismo como tal.
• Un conservador sonríe levantando las comisuras de la boca, y nunca se expresa con las manos.
Cualquier persona que no cumpla con estos requisitos no es un conservador como es debido, es sólo…
El conservadurismo fundamental
El conservadurismo tiene una filosofía subyacente. Ser un conservador significa decir “no” a lo que tenemos ahora y expresar el desacuerdo de uno con el estado actual de las cosas.
Hay un conservadurismo fundamental, que es llamado tradicionalismo.
El tradicionalismo es una forma de conservadurismo que sostiene que todo es malo en su totalidad en el mundo de hoy, no sólo en ciertos aspectos. ‘La idea de progreso, el desarrollo técnico, el dualismo cartesiano sujeto-objeto, el argumento del relojero de Newton, la ciencia positivista contemporánea y la educación basada en ella, la pedagogía, y lo que llamamos modernismo y posmodernismo, todo ello es malo’. A un tradicionalista le gusta tan sólo lo que existía antes de la modernidad. En el siglo XX, cuando parecía no haber ninguna plataforma social para tal conservadurismo, una constelación de pensadores y filósofos apareció de la nada y empezó a defender, radical y coherentemente, la posición tradicionalista: René Guénon, Julius Evola, Titus Burckhardt, Leopold Ziegler, y todos los conocidos como tradicionalistas. Propusieron un programa de conservadurismo fundamental, describiendo la sociedad tradicional como un ideal eterno, y el mundo contemporáneo (el modernismo) y sus principios básicos, como un producto de la decadencia, la degradación, la mezcla de castas, la desintegración de la jerarquía, representando un desplazamiento del enfoque de lo espiritual a lo material, del cielo a la tierra y de lo eterno a lo transitorio. En la actualidad hay conservadores fundamentales tanto en ambientes ortodoxos como católicos. Rechazan por completo el modernismo y creen que las leyes religiosas son absolutamente relevantes, y que el mundo contemporáneo y sus valores son una encarnación del Anticristo, que desde un principio no puede ofrecer nada bueno. Estas tendencias son comunes entre los Viejos Creyentes rusos. Todavía hay una Unión del Paráclito en los Urales en la que no usan la iluminación eléctrica, ya que es “la luz de Lucifer”, y utilizan sólo astillas de pino y velas; también hay sectas que prohíben estrictamente el café. Cuando un grupo de jóvenes en la Rusia del siglo XVIII comenzó a llevar pantalones a cuadros, de acuerdo con las modas del momento, la Fedosevans convocó una asamblea en la ciudad de Kimry, a veces llamada “asamblea de los pantalones”, y discutió si los que llevaban pantalones a cuadros debían ser excomulgados. Parte de la asamblea insistió en que fueran separados de la comunidad y la otra parte votó en contra.
Los EEUU tienen su propia tradición conservadora que se basa, naturalmente, en las prioridades de los intereses nacionales de Estados Unidos. Marcada por un grado significativo de mesianismo (“la civilización americana es la cumbre de la historia humana”), el conservadurismo estadounidense respeta el pasado y se esfuerza por preservar y fortalecer las posiciones de su gran país en el futuro. Los conservadores estadounidenses profesan lealtad a los valores patrios, así como a las normas religiosas, políticas, sociales y culturales establecidas a lo largo de su desarrollo histórico. Esto es natural y, como consecuencia, el conservadurismo estadounidense es floreciente: los EEUU han alcanzado un poder increíble a nivel internacional, lo que hace que sus ciudadanos estén orgullosos y convencidos de la rectitud de su camino. En Estados Unidos, el conservadurismo fundamental es profesado por una parte significativa del electorado republicano, y los programas de televisión que cuentan con fundamentalistas protestantes que critican todo lo moderno y postmoderno, despedazándolo, son vistos por millones de personas…
Pero la emulación directa del conservadurismo estadounidense ‘republicano’ por parte de Rusia produce resultados absurdos: resulta que lo que debe ser “conservado” son valores que no son solamente extraños a la Rusia histórica y tradicional, sino que están básicamente ausentes en la sociedad rusa contemporánea.
Rusia es un antiguo imperio terrestre con un fuerte espíritu colectivista, con normas administrativas tradicionalmente duras y un mesianismo muy específico. Los EEUU son una entidad marítima relativamente nueva, diseñada intencionadamente como un experimento de laboratorio para la introducción de los principios democráticos “progresistas” burgueses que maduraron entre las sectas ultra-protestantes. Lo que se valora en la civilización americana es un pecado y una vergüenza para los rusos. Lo que ellos respetan es repugnante para nosotros, y viceversa.
Rusia se desplazaba hacia Oriente y los EEUU se desplazaban hacia Occidente. Sí, ellos han ganado y nosotros hemos perdido. Demostraron ser más fuertes. Pero, de acuerdo con nuestra lógica, Dios no es el poder, Dios Es la Verdad. Esto es lo que dice un conservadurismo ruso correcto y coherente. Obviamente, el conservadurismo estadounidense dice exactamente lo contrario.
En los propios EEUU la globalización puede ser tanto reconocida como atacada (este es su proyecto de dominación mundial, y algunos estadounidenses están de acuerdo con él y otros no). En Rusia, la globalización nos fue impuesta desde el exterior. Podemos soportarlo y reconocer nuestra derrota, y unirnos al sistema de valores de los Estados Unidos. Esta posición es posible, como lo es el colaboracionismo. Sin embargo, eso sería lo contrario del conservadurismo.
Todos los pueblos tienen su propio conservadurismo, ya que cada nación desarrolla su propio sistema de valores, y esto constituye su identidad nacional. El resultado cultural de la historia de los Estados Unidos no tiene nada en común con el resultado cultural de la historia de Rusia. Un conservador es siempre fiel a sus tradiciones, su pueblo y sus ideales – no sólo en sus mejores tiempos, sino también cuando son profanados y despreciados por todos.
La elección conservadora
El conservadurismo ruso contemporáneo debe ser al mismo tiempo no comunista (el dogma comunista siempre ha negado el hecho de que el régimen soviético fuera una continuación del zarismo y trató las recientes reformas democráticas de una forma extremadamente negativa), no liberal (el liberalismo es demasiado revolucionario e insiste en una ruptura radical tanto con el pasado soviético como con el legado zarista), y no monárquico (el monarquismo quiere excluir de la historia nacional tanto la Unión Soviética como los últimos períodos democráticos liberales).
La peculiaridad de la vida política rusa en el siglo XXI es que sus principales etapas han estado en directa y grave oposición conceptual entre sí, y se han sucedido la una a la otra, no a través de una continuidad natural, sino a través de revoluciones e interrupciones radicales. Esto desafía seriamente la fórmula del conservadurismo ruso contemporáneo: la continuidad y la identidad de Rusia y del pueblo ruso no son claramente visibles en la superficie de la sociedad; con el fin de establecer puntos de vista conservadores consistentes, hay que hacer un esfuerzo que nos eleve al nivel de una nueva consolidación histórica, política, civilizacional y nacional. El conservadurismo ruso contemporáneo no es algo dado, sino una tarea a realizar.
Un conservadurismo ruso consecuente debe combinar los estratos históricos y geográficos de nuestra existencia nacional. Me gustaría recordar que, durante los primeros años de gobierno soviético, los eurasianistas insistieron en la continuidad civilizacional de la URSS en relación con el Imperio ruso.
Considerar el conservadurismo ruso contemporáneo es, básicamente, considerar el eurasianismo, que es una síntesis de la historia política de Rusia sobre la base de una única metodología geopolítica y civilizacional. Rusia, vista como Eurasia, revela su esencia permanente y su identidad histórica – desde el mosaico de tribus eslavas, túrquicas y úgricas, a través de la Rus de Kiev y Moscovia hasta el gran imperio continental, en primer lugar “blanco” y luego “rojo”, y la Rusia democrática actual, que es un poco indecisa, pero que ahora está tirando de ella misma en conjunto para un nuevo salto histórico.
Estoy convencido de que la historia política muy pronto nos forzará a clarificar nuestras posiciones y a pulir nuestra retórica para hacerla más precisa. No tenemos otra opción sino el conservadurismo: vamos a ser empujados hacia ella desde el exterior, así como desde dentro. Pero, ¿qué vamos a hacer con el espíritu revolucionario, la voluntad, la llama ardiente de la rebelión que languidece en secreto en el corazón ruso y perturba nuestro sueño, invitándonos a seguirla hasta tierras lejanas? Creo que deberíamos invertir nuestra fuerza continental en un nuevo proyecto conservador. Y que sea la nueva edición de nuestra revolución, la revolución conservadora, la Revolución Nacional en nombre de un gran sueño…
Putin y el conservadurismo
El paradigma básico de Putin y sus partidarios es, creo, un conservadurismo universal, que lo incluye todo, desde las formas ilustradas liberales hasta las formas de conservadurismo social y fundamental. Las alternativas son el liberalismo y el atlantismo, que han sido celebrados durante épocas anteriores por una parte del personal de la administración presidencial y sus expertos y asesores. Putin es personalmente un partidario de la idea de la movilización económica y social en aras de fortalecer la soberanía nacional de Rusia.
Puede ser denominado como un “conservadurismo activo”, un “conservadurismo radical”, e incluso como una llamada para una revolución conservadora. Putin quiere dar al conservadurismo cierta coherencia y resiliencia política. Este movimiento es perceptiblemente ralentizado debido a la falta de voluntad y a la actitud pasiva de los funcionarios del Estado, los partidos centristas y, posiblemente, incluso de las masas; la política es frenada por un séquito que embota su vector. No hay un foco intelectualmente concentrado, no hay instituciones adecuadas, y no hay instrumentos políticos capaces de llevarlo a cabo. Esta es la razón por la que muchos de los discursos de Putin son pasivamente conservadores, sugiriendo solamente satisfacer y preservar el statu quo. Esta es la contradicción principal de Putin y su gobierno: subjetivamente Putin comprende y reconoce la necesidad de medidas conservadoras activas para sacar al país del estancamiento, pero no puede aplicar correctamente dichas medidas. Hay un sabotaje pasivo permanente de las iniciativas de Putin por parte de miembros del entorno presidencial más cercano.
La segunda fuente de resistencia son los oligarcas. Ellos no ven la necesidad de fortalecer la administración nacional y están bastante satisfechos con el statu quo. Sólo están interesados, ya sea en someter al conservadurismo, despojándolo de ideología y deconstruyéndolo (Pyotr Aven y el Alfa-Bank), o en una transición gradual hacia el liberalismo.
La tercera fuente son los liberales intransigentes. Son pocos y su paladín es Anatoly Chubais, cuyo objetivo principal es la economía y la administración más que la ideología. Dicho esto, Chubais no está, de hecho, en desacuerdo con el rumbo oficial; simplemente hace caso omiso de una manera amigable, permaneciendo fiel a las autoridades.
Pero no se puede descartar la posibilidad de una repetición de la privatización de importantes participaciones, como la que se llevó a cabo en la década de 1990. Este fenómeno de reprivatización es practicado por muchos países capitalistas, donde el papel del Estado y de las instituciones administrativas en la adquisición de la propiedad es muy significativo. La burocracia rota y aparecen nuevos funcionarios codiciosos, que una vez corrompidos piden más, y los propietarios piensan que ya han pagado completamente. Las condiciones para una re-privatización en Rusia están madurando. Legalmente se puede arreglar de cualquier modo que sea necesario, y políticamente puede hacerse como una etapa intermedia del proceso de re-nacionalización o disfrazándolo de patriotismo.
De nuevo: ¿Quién es usted, Sr.Putin?
Esta pregunta, planteada al principio de la carrera de Putin, fue formulada durante la transmutación del lenguaje político de la Rusia contemporánea del modernismo al postmodernismo. El modernismo clásico de la Ilustración ve a Putin más como un ser humano, una personalidad con características particulares, y menos como un político. En el posmodernismo, una personalidad es un espacio vacío, fragmentos de un discurso en un contexto lingüístico. La imagen de Vladimir Putin no se deriva del conocimiento acerca de él o de un análisis de sus acciones, sino a partir de juegos de lenguaje.
Cuando personas que conocen bien a nuestro Presidente escuchan lo que se dice de Putin en Occidente, se caen de sus sillas. Esto sucede porque el Putin que Occidente ha imaginado no existe. Hay informaciones y juegos de lenguaje sobre Putin creándose tanto en Rusia como en Europa, y la fea imagen que Occidente está dando de él no tiene nada que ver con nuestro Presidente. Los occidentales ven a Putin como un “enano político” sin ninguna ideología, un protegido de los círculos más reaccionarios y de los servicios secretos más terribles; una persona sin ningún futuro político y sin ningún respeto por la democracia. Nosotros, por el contrario, tratamos con otro Putin. Él es un producto de nuestro estilo más oficioso, ceremonial.
Putin no existe simplemente como una persona. […] [L]a la construcción del imperio euroasiático [se realizará] con Putin como un instrumento de su creación. Si Putin fue o no elegido en los pasillos secretos de los servicios secretos rusos para poner en práctica esta hazaña de la construcción del imperio, es algo que sigue siendo un misterio. Esto no puede ser refutado o confirmado. El proyecto “Vladimir Putin y el Imperio euroasiáico” es no sólo el pasado, el presente y el futuro. Un visionario actúa en un espacio donde el pasado y el futuro coexisten.
Lo que Putin y su entorno piensen sobre esta sorprendente y atractiva imagen de un personaje histórico es menos importante que la forma en que entendemos la esencia y los contextos del proyecto imperial dentro del cual son posibles tales transformaciones. Como dijo una vez el romántico alemán Novalis, aprendemos más acerca de la esencia de la antigüedad de los cuentos de hadas que de las crónicas históricas detalladas. Sólo personas totalmente ineptas y mentalmente deficientes, como el temprano Ludwig Wittgenstein o los positivistas, pueden argumentar que un investigador necesita hechos atómicos. No hay tales hechos: han sido buscados por personas más dedicadas que estos filisteos contemporáneos rusos, de hecho, por mentes más penetrantes y agudas. Putin como una persona real, simplemente no existe, y la versión propuesta por Jean Parvulesco merece contemplarse seriamente, porque intelectual, estilística y visualmente gira en torno a la metafísica misma de nuestro Gran Espacio y de nuestro gran pueblo. Por eso es por lo que “Putin como el constructor del gran imperio euroasiático” es la comprensión más correcta y realista de su misión, mientras que toda la basura diseminada tanto en su contra como a su favor, pronto se pudrirá. Putin como el constructor de imperios sobrevivirá, incluso si él mismo rechaza esta imagen. Constituirá todavía el retrato de nuestra época, no sólo de Putin en sí mismo, sino de Rusia. El Imperio euroasiático se integra inevitablemente en el dogmático curso de las cosas. Esto es entendido por Robert Gates y Geoffrey Hosking, así como por toda la élite occidental que domina el mundo contemporáneo. El imperio euroasiático fue, es y siempre será, y Putin está obviamente relacionado con eso.
(Traducción de Página Transversal).
Fuente: Katehon

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