Aribert Heim a caballo, vestido con su uniforme de las SS
Aribert Heim a caballo, vestido con su uniforme de las SS
Se le acusó de cometer delitos como operar a pacientes vivos, matarlos durante la intervención, inyectarles gasolina en el corazón y de coleccionar cráneos que exhibía en su mesa como trofeo.
El Holocausto, como probablemente ya sabrás, reveló a algunos de los peores seres humanos de la historia. Pero además de todos esos personajes que aparecen en los libros de texto –los Hitlers, los Görings y los Himmlers-, fueron muchos los que escaparon indemnes y pasaron el resto de sus días en libertad, fingiendo ser expatriados de exquisitos modales que habían emigrado a Argentina simplemente porque preferían las empanadas y el polo al bratwurst y la fabricación de coches.
Uno de los últimos miembros de las SS que logró escapar de la justicia fue el médico de los campos de concentración Aribert Heim, a quien más tarde se conocería como «Doctor Muerte». El horror de las atrocidades cometidas en los campos nazis deben medirse con un rasero distinto, y Heim fue su máximo exponente (su práctica preferida era inyectar gasolina en el corazón de personas sanas, de quienes luego coleccionaba sus cráneos a modo de trofeo. Pese a estos crímenes horribles, Heim logró evadir a las autoridades durante mucho tiempo. Cuando finalmente se tuvo noticias de él, ya estaba entrado en los sesenta y había huido de Alemania.
Casi 50 años después, la periodista del New York Times Souad Mekhennet recibió una información según la cual Heim se había convertido al islamismo y se ocultaba en El Cairo. Con la ayuda de su compañero de profesión, Nicholas Kulish, decidió seguir la pista de Heim con la esperanza de averiguar qué fue de él tras su repentina desaparición.
El New York Times publicó un primer artículo sobre la búsqueda de Heim por parte de los dos periodistas. Finalmente, ambos decidieron publicar un libro sobre su investigación, The Eternal Nazi. Hace poco hablé con los dos escritores sobre su experiencia, sobre el maletín con las posesiones de Heim que les dieron en El Cairo y sobre cómo la historia del Dr. Muerte influyó en sus vidas y la de los más allegados a este.
El maletín de Aribert Heim, que su familia adoptiva de Egipto entregó a Mekhennet y Kulish
El maletín de Aribert Heim, que su familia adoptiva de Egipto entregó a Mekhennet y Kulish
VICE: Hola, chicos. Empecemos por el principio. ¿Cuándo empezasteis a investigar la historia de Aribert Heim?
Souad Mekhennet: Empezó en 2008, cuando recibí una llamada de un antiguo informador. Nos reunimos y me enseñó la fotocopia de una foto de Aribert Heim. Dijo que era el médico nazi más buscado, el «Doctor Muerte». Se rumoreaba que Heim se ocultaba en un barrio de El Cairo, pero no había podido confirmar la información. Contacté con Nick y decidimos aceptar el desafío. Llevé la fotocopia a El Cairo para cerciorarme de que era auténtica. Pasamos dos días recorriendo pequeños hoteles hasta que, el tercer día, alguien reconoció al hombre de la foto.
¿Qué había hecho exactamente Heim para convertirse en el nazi más buscado del mundo?
Nicholas Kulish: Trabajó como médico de la Waffen-SS en varios campos de concentración, entre ellos Buchenwald, en Alemania, y Mauthausen, en Austria. Fue acusado de cometer horribles delitos en este último en 1941, como operar a pacientes vivos, matarlos durante la intervención e inyectarles gasolina en el corazón. Asimismo, solía quedarse los cráneos que presentaban buena dentadura y los exhibía en su mesa como trofeos.
Y después de la guerra consiguió escapar.
Lo que mucha gente no logra entender es que, al no existir registros que probaran que había trabajado en Mauthausen, Heim fuera puesto en libertad en 1947, tras más de dos años retenido, primero por las autoridades estadounidenses y luego por las alemanas.
¿Cómo consiguió eliminar esa parte de sus antecedentes?
Nadie lo sabe a ciencia cierta. Pudo tratarse de un descuido fortuito, teniendo en cuenta que trataban con millones de soldados repartidos por media Europa.
SM: Además, los testigos de las atrocidades de Heim estaban en Austria, y a los investigadores les costó bastante tiempo averiguar quién era y dónde estaba.
Sí. Me parece muy interesante la historia de cómo los cazanazis empezaron a atar cabos tras saber que se hacía mención explícita a Heim en una obra de teatro escrita por un superviviente del Holocausto.
NK: Sí, era una obra fascinante, de las primeras que se hicieron sobre el Holocausto. Su autor, Arthur Becker, era una especie de investigador adjunto de crímenes de guerra en Mauthausen. En 1946, tomó la primera declaración sobre los crímenes de Heim de la que se tiene constancia. Posteriormente, escribió una obra en la que el villano era un médico que se dedicaba a coleccionar cráneos como trofeo. Ahí vemos que, tan solo dos años después del final de la guerra, Heim ya se había granjeado la fama de hombre del saco nazi asesino.
Y mientras tanto, Heim se hizo jugador profesional de hockey sobre hielo.
SM: Sí, se había mudado a Bad Nauheim [cerca de Frankfurt], donde jugaba en el equipo de hockey de los Red Devils. Luego conoció a una chica de una familia muy adinerada, se trasladó a una mansión enorme en Baden-Baden y comenzó a trabajar como ginecólogo.
¿Cuánto tiempo pasó hasta que los cazanazis dieron con él?
NK: Recibió una llamada telefónica en 1962. Le preguntaron si era el médico que había trabajado en Mauthausen. Luego, tuvo un encuentro casual con un par de investigadores, pero él sabía lo que aquello significaba. Cogió prestado el Mercedes de su cuñado y huyó de Alemania a Francia y de ahí, a España, donde se deshizo del coche y continuó su huida hasta Marruecos. Su cuñado se enfadó mucho con él cuando recogió el coche. «Lo mínimo que podrías haber hecho era lavarlo», le reprochó.
La foto del pasaporte de Heim
La foto del pasaporte de Heim
Y en Egipto se convirtió al Islam y pasó a llamarse Tarek Hussein Farid. El libro deja bastante claro que era todo un experto en ocultar su verdadera identidad. ¿Creéis que su conversión tuvo algo que ver con eso?
SM: Oímos unas cuantas teorías. Según una que procedía de su familia cercana, Heim dejó de sentirse seguro en Egipto cuando el gobierno del país empezó a estrechar relaciones con Israel. Así, una forma de pasar desapercibido habría sido convertirse al Islam y cambiarse el nombre. Por otro lado, su familia adoptiva egipcia afirmaba que Heim estaba verdaderamente interesado en la religión y que incluso cumplía con las oraciones y los preceptos islámicos. Por tanto, dependía de con quién hablaras. Lo cierto es que logró hacer creer a la gente que su interés en el Islam era auténtico.
¿Qué podéis contarme sobre la familia con la que vivió en Egipto?
Se trasladó a un pequeño hotel llamado Kasr el Madina. La familia del propietario sentía lástima por aquel extranjero de edad avanzada que vivía solo, por lo que le preparaban la comida y solían hacerle compañía. Heim acabó trabando amistad con el propietario. Digamos que él los adoptó como familia y ellos lo adoptaron a él. Heim también se hizo amigo íntimo de Mahmoud Doma, a quien entrevistamos varias veces para escribir el libro. Heim se convirtió en el segundo padre de Mahmoud y de su hermano menor, pues su padre había muerto cuando ellos eran muy jóvenes.
¿Qué ocurrió cuando la familia se enteró de las cosas tan horribles que habían hecho el hombre al que consideraban uno de los suyos?
Ellos no tenían ni idea de que estuviera ocultándose ni de su verdadera identidad, por lo que la noticia les sorprendió muchísimo. No conocían su segunda identidad, pero sí sabían que había estado casado y que tenía dos hijos en Alemania. Incluso llegaron a conocer a Rüdiger [el hijo menor de Heim], de cuando acudía a visitar a su padre.
¿Su familia verdadera era consciente de lo que había hecho?
Hablamos con su esposa antes de que falleciera y aseguró que no supo nada hasta que oyó las acusaciones [después del encuentro de Heim con los investigadores en Baden-Baden]. Al parecer, su madre le dijo a Heim que la familia no podría enfrentarse a un juicio semejante y que lo mejor para todos era que Heim se marchara.
NK: Resulta irónico que Heim supuestamente huyó para proteger a su familia, cuando un criminal de guerra nazi en la Alemania de 1962 podía quedar en libertad con un simple tirón de orejas o un par de años de prisión. Sin embargo, Heim sometió a su familia a medio siglo de escuchas telefónicas, interrogatorios y registros y se exilió durante décadas, convirtiendo Egipto en su prisión.
¿Qué os contó Rüdiger cuando hablasteis con él? ¿Cómo encajó los crímenes que había cometido su padre con la imagen que tenía de él cuando iba a visitarlo a El Cairo?
SM: A mí me dio la impresión de que se negaba a creer que su padre hubiera cometido esas atrocidades y que no tenía interés en saber la verdad. Su única obsesión era demostrar que su padre era inocente.
NK: Heim tenía dos hijos, y ambos reaccionaron de formas muy distintas. El mayor recordaba a su padre, los interrogatorios y las investigaciones policiales. Nunca había ido a visitar a su padre a El Cairo y no tuvo ninguna relación con él. El joven, sin embargo, que tenía seis años cuando Heim desapareció, casi no lo recordaba, lo que le empujó a ir en su búsqueda.
Mientras trabajabais en el libro, ¿hubo algún dato que os sorprendiera?
A mí me sorprendió encontrar tantísimas historias reales que parecían sacadas de Malditos bastardos. Había grupos con nombres como Venganza o Los Vengadores que perseguían y asesinaban a antiguos miembros de las SS o la Gestapo. Tuviah Friedman, quien más tarde trabajó con el conocido Simon Wiesenthal, cazaba nazis en la Europa de posguerra. Un capitán de las SS apodado «el verdugo de Riga» fue hallado muerto en un baúl en su casa de Uruguay, ejecutado por su participación en el Holocausto.
SM: También estaba Mossad, cuyos miembros intentaron matar a los nazis en Egipto. Hans Eisele, otro médico nazi, recibió una carta bomba, pero explotó en las manos del repartidor.
¿Qué os lleváis de esta experiencia, a título personal?
Fue una oportunidad para saber lo que ocurrió en Alemania desde un punto de vista totalmente distinto. La familia egipcia nos entregó aquel viejo maletín polvoriento lleno de cartas, historiales médicos y un extenso informe sobre los judíos y el antisemitismo, temas que lo obsesionaban sobremanera. La lección que me llevo es que todavía nos queda mucho por conocer, y eso que yo crecí en Alemania y estudié Historia, pero aun así hay muchas cosas que no sabemos todavía.
Le pregunté a un juez jubilado que se dedicaba a cazar nazis en su tiempo libre qué sentido tenía arrestar a estos tipos a sus 90 años. ¿De qué servía perseguirlos? «En los campos de concentración mataron a hombres y mujeres de 90 años y no tuvieron reparo en acabar también con la vida de los recién nacidos. Por eso llega un punto en que buscas que se haga justicia, cueste lo que cueste», fue su respuesta. En EUA no hay plazo de prescripción de los delitos porque las víctimas merecen que se haga justicia, sin importar el tiempo que se tarde.
¿Qué opináis de la teoría que sostienen algunos de que Heim sigue vivo en alguna parte?
SM: No hay cadáver. Nuestra investigación nos ha llevado a creer que fue enterrado en una fosa común, pero no tenemos la prueba definitiva. Según los cazanazis, este escepticismo es habitual en su trabajo. En Alemania se estaba llevando a cabo una investigación sobre Heim, pero el caso se cerró debido a nuestras pesquisas y a las pruebas que aparecieron.
NK: Por un lado, habiendo escapado tantas veces después de la guerra, la idea de que Heim pudiera escapar una vez más –fingiendo su muerte- resulta atractiva. Por otro lado, en junio Heim cumpliría los 100 años. Pese a ello, todavía existe un sentimiento generalizado de que no se ha hecho justicia. Yo creo que nunca se arrestará a suficientes personas para hacer justicia por todos los crímenes cometidos durante el Holocausto.
¿Creéis que han perdido su oportunidad?
A finales de la década de 1940 y principios de los 50, cuando casi todos los nazis circulaban libremente, los estadounidenses estaban más preocupados por luchar contra los soviéticos, y estos estaban ocupados matando estadounidenses. Los alemanes solo querían fabricar coches Mercedes y BMW y olvidarlo todo, por lo que no fue hasta bastante más tarde que estuvieron preparados para perseguir a los nazis.