sábado, 29 de julio de 2017

“Imagine” de Lennon: Buscando un himno para el Nuevo Orden Mundial


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“Imagine” de Lennon: Buscando un himno para el Nuevo Orden Mundial

 

 

de lizama

“La tierra no será nunca un paraíso, pero quizás se pudiera evitar que siga aproximándose a una imitación cursi del infierno”. Nicolás Gómez Dávila.
La conocida canción de la estrella del pop John Lennon, Imagine, publicada en 1971, hace mucho trascendió los aspectos meramente musicales para convertirse -o ser convertida- en un himno del pacifismo y el multiculturalismo. Por ello esta canción puede considerarse una suerte de símbolo del pensiero debole y el buenismo que imperan en la sociedad actual a través de sus infantiles utopías milenaristas y su dictadura de lo políticamente correcto. Un ambiente cultural que gira en torno a la apariencia, la propaganda y lo virtual, alejado por completo de la experiencia personal e íntima de lo real.
En el presente artículo analizaremos en primer lugar la letra de la canción, reparando en su significado y en el indiscutible mensaje que porta, claramente explícito como se verá. Posteriormente se reflexionará sobre el papel social que dicha canción juega dentro de la sociedad actual, un papel muy relacionado con la necesidad de nuevos (y falsos) mitemas y rituales cuya función es suplantar los mitos y ritos tradicionales para dar lugar así a una apariencia de ‘sociedad’ en el plano meramente exterior y formal.
Un papel socializador y cohesionador más relevante de lo que pudiera parecer a simple vista y que comparte con otras creaciones musicales y cinematográficas del último siglo -eso que se ha dado en llamar industria cultural y que ha venido a suplantar al arte popular- en tanto condensadores o catalizadores de una mentalidad y de ciertas tendencias psíquicas y que dentro del contexto de la Ingeniería Social son parte inseparable del estado de cosas de la sociedad actual, a cuyo sostenimiento contribuyen activamente.
El inicio de la canción es asombrosamente explícito y nos sitúa ya desde el primer verso sobre la pista de lo que está por venir y de cómo debemos interpretarlo: una negación explícita de toda trascendencia y espiritualidad (el Cielo espiritual y el Infierno) seguido de la asunción del materialismo más grosero como único horizonte al que queda reducida la existencia humana (el cielo físico). Hay por tanto aquí un posicionamiento claramente anti-metafísico muy propio de la mentalidad moderna.
Una vez presentado el anterior marco de existencia por el que va a discurrir la canción -equivalente al paradigma materialista- se comienzan a describir realidades más concretas como lo que se supone es el ideal de vida humana propio de este marco existencial antimetafísico y materialista.
Así la canción nos muestra un ataque directo a la existencia misma de las naciones y las nacionalidades del cual debe debe inferirse la defensa de un mundo globalizado -defensa que será explícita un poco más adelante-. En realidad se trata de un ataque a la diferencia, cualquiera que sea, pues se dirige contra cualquier particularismo social o cultural. Recordemos que todo particularismo es considerado por la postmodernidad no solo arbitrario e injustificado sino la fuente exclusiva de la división y de todos los males que aquejan a la sociedad -nunca la diferencia es considerada como providencial-.
El objetivo no es otro que ‘igualar’, es decir hacer Tabula Rasa, eso sí, siempre hacia abajo, hacia lo inferior, siendo este uno de los rasgos más característicos del proceso modernizador. Su consecuencia última es la progresiva indiferenciación de los diferentes niveles de manifestación implicados: individuo, sociedad, cultura, y eventualmente de la misma naturaleza humana. Una inmersión en lo inferior en la que el poder global -las transnacionales y las instituciones de gobernanza global- es siempre quien dicta cuál debe ser el rasero, cuál la medida, lo qué es bueno o malo o aquello que debe considerarse un ‘valor universal’.
Nos acercamos pues al clásico discurso homogeneizador que distribuyen las élites globalistas y que hoy en día conocemos -por desgracia- demasiado bien en las sociedades occidentales. En efecto la defensa del globalismo implica conscientemente o no el ataque a toda identidad del tipo que sea. Y es especialmente llamativo que, dentro del cinismo que caracteriza la propaganda globalista y su ‘guerra de palabras’ esta imposición práctica de una uniformización y homogeneización forzadas en todos los aspectos de la sociedad como parte inevitable del proceso globalizador existe paralelamente a un discurso que dice defender la multiculturalidad la pluralidad y la diferencia cuando en realidad supone la extinción de facto de todas las culturas y toda la diversidad humana.
Si bien todo lo dicho resulta ahora bien visible y comprensible para cualquiera nos parece sin embargo un ataque extraordinariamente osado para la época. Aquí como hemos dicho en otras ocasiones ciertos personajes se convierten en heraldos que parecen abanderar ciertas ‘luchas’ e ideas que aunque puedan parecer osadas en su época en realidad no son más que las tendencias generales de la misma llevadas a su extremo y en ocasiones hechas explícitas de forma descarnada. Y muy en especial suelen ser los artistas quienes cumplen este papel en absoluto inocente de anunciar y preparar a la sociedad para lo porvenir, pues su influencia a nivel del psiquismo inconsciente del hombre corriente es formidable.
Llegamos así a la descripción de lo que es el ideal moral (el ethos) propio de este nuevo mundo utópico que nos propone la canción; un mundo recordemos construido sobre la ausencia de Cielo y trascendencia, de modo que ateniéndonos a la letra podemos ir desgranando sus venenosos frutos: nihilismo, vacuidad existencial, ausencia de valores y de lealtades… “Y también sin religión”.
El ataque anti-tradicional se hace aquí explícito y descarnado. Es acorde en todo caso con el planteamiento antimetafísico expresado al comienzo de la canción: la consecuencia inevitable del punto de vista materialista y profano que niega toda trascendencia es la negación de la religión.
No deja de ser indicativo de ante qué nos encontramos que muy a menudo estos ataques furibundos contra la religión -o las religiones, así en general- provengan de quienes por otra parte no tienen reparo en coquetear con el ocultismo, la New-Age y cualquier espiritualidad pervertida y vaciada de todo contenido tradicional -como el orientalismo o la teosofía-, tal y como era el caso que nos ocupa. En realidad esto es perfectamente coherente con la oscura influencia contra-Tradicional bajo la cual se encuentran estos sujetos, sean conscientes o no de ello en mayor o menor grado.
En definitiva y resumiendo lo que llevamos dicho hasta el momento, en este mundo utópico y feliz que se nos propone no hay lugar para las naciones ni para la religión. Toda una declaración de principios.
Pero demos la vuelta por un momento al argumento de ‘sin naciones y sin religión’. Es evidente que nación y religión son considerados aquí los grandes enemigos de la utopía globalista, lo cual es muy significativo. Nación y religión, pilares de la identidad de cualquier cultura, son vistos como las principales resistencias capaces de hacer frente al avance del globalismo. Según esta breve lección de filosofía política que nos ofrece Lennon, una vez eliminados nación y religión el mundo disfrutará de una añorada paz perpetua, tan definitiva e irreversible paz universal, tal y como se nos dice a continuación:
Recordemos que se trata de una paz sólo alcanzable, no lo olvidemos porque es un detalle crucial, mediante la renuncia a toda trascendencia (religión) e incluso a cualquier identidad o lealtad que se sitúe por encima del individuo (nación). Dicho de otro modo se propone la reducción de la vida humana a la materialidad, la corporeidad y el individualismo más extremo. Estamos ante un ideal de vida humana reducido al materialismo.La canción finaliza con los dos siguientes versos.
  • “I hope someday you’ll join us/And the world will be as one
Aquí nos encontramos la defensa del globalismo de manera explícita: sin naciones, sin religión, abandonados a la anti-Tradición y entregados a un materialismo hedonista que persigue la paz del cuerpo mediante la molicie del alma: ¿no se vislumbra precisamente el proceso globalizador, homogeneizador y centralizador que conduce paulatinamente al gobierno mundial unipolar, proceso en el que estamos indiscutiblemente inmersos y que se resume popularmente con las siglas NOM? ¿Era consciente de esto Lennon? Puede que sí, aunque a efectos prácticos del uso ceremonia de la canción resulta por completo irrelevante como veremos.
La expresión ‘únete a nosotros’ bien podría representar una llamada al combate y a la acción heroica, sin embargo dentro de este contexto anti-tradicional e intrascendente en que se mueve la letra posee unas connotaciones pasivas y gregarias bastante inquietantes y es que esta invitación a integrarse en una mentalidad tan difusa sugiere algo más propio de una secta que de una propuesta revolucionaria clásica -volveremos sobre ello más adelante-. Sea como sea toda la canción recuerda una y otra vez los movimientos New-Age.

Un ‘hombre nuevo’ para un ‘mundo nuevo’.

“Si tal desorden se generalizara llegaría a tener efectos sobre el mismo medio cósmico, ya que todas las cosas están ligadas entre sí según correspondencias rigurosas.” R. Guénon
Esta es la perspectiva ética y vital que nos propone la utopía pacifista de Lennon: que el hombre renuncie y reniegue de todo aquello que -siendo naturalmente propio del ser humano- suponga en él un potencial de transcender la mera individualidad.
Este ‘hombre nuevo’ que se nos propone es el hombre propio de las utopías milenaristas modernas. El ‘hombre nuevo’ es aquel para el que se construye el ‘mundo nuevo’, en otras palabras el Nuevo Orden (NOM). Este hombre no puede ser un hombre completo. Tiene que ser -y resaltamos las palabras- un hombre partido, fracturado, escindido, incoado en lo más profundo de su ser, es decir, en su alma. Un hombre para el cual lo humano esté incompleto, o mejor dicho amputado, y es por ello mismo imposible de reintegrar, de restaurar, de religar el estado humano primordial, edénico o paradisíaco.
Decimos que es un hombre incompleto ya que para este ‘nuevo hombre’ lo espiritual no estará simplemente ausente como posibilidad no satisfecha -en tanto potencia no actualizada- sino completamente vedado ya que habrá sido extirpada su posibilidad misma. El ‘hombre nuevo’ que nos proponen las utopías -todas materialistas, totalitarias y homogeneizadoras- es un hombre que no llega ni puede llegar a serlo por completo, mermado en sus cualidades esenciales y por tanto antinatural. Se trata, por muy severas que suenen estas palabras, de un infrahombre. Este es el tipo de hombre que proponen en la teoría y que construyen en la práctica sociopolítica todas las utopías revolucionarias.
Como hemos dicho en otras ocasiones el valor sociológico de ciertas especulaciones y teorizaciones científicas, tan simplistas y grotescas como irreales, no radica en su valor de verdad -pues son falsas para cualquier observador libre de prejuicios- sino en su valor profético, pues buscan crear las condiciones, el contexto -político, social, psíquico y cultural, pero también material- en que su teoría pueda devenir real.
No se trata, en definitiva, de describir al hombre como la tabula rasa que nunca ha sido sino de convencerle -al hombre de hoy- de que lo es para eventualmente lograr que lo sea de hecho. En este sentido constatamos que ya se ha convencido al hombre moderno corriente de carecer de alma, y de la irrealidad de este concepto. Esta labor de reeducación va dirigida a modificar el substrato psíquico para posibilitar la modificación posterior de la propia naturaleza humana.
En resumen el valor de estas teorías reduccionistas no es ser verdad hoy sino llegar a ser verdad algún día, pues funcionan a modo de un faro que señala la dirección y el destino del proyecto utópico y revolucionario. Y es de destacar que en esta labor de amputación de la parte humana molesta a los intereses del ‘mundo nuevo’ -el NOM- están ocupadas las ciencias sociales y políticas desde hace más de un siglo.
  • “Imagine no possessions”
Otra característica reseñable es que en este ‘mundo nuevo’ propio de la utopía materialista e igualitarista todos los hombres serán parias, siervos, lumpen, tal y como corresponde a la cuarta casta en la sociedad tradicional. Pero contrariamente a una sociedad tradicional para el sueño utópico de la modernidad esta cuarta casta resulta ser el ideal humano definitivo que gustan calificar de sujeto ‘liberado’: sin aspiraciones espirituales, sin filiaciones, sin identidad y sin posesiones. En el progresivo descenso hacia la disgregación que nos propone el materialismo encontramos una vez más al individuo como realidad última, incoado y atomizado, sin referencias ni comunidad. Este individualismo apunta ya sin lugar a dudas hacia la conformación de esa cuarta casta.
Ya hemos hablado en otras ocasiones de cómo el hombre del fin de los tiempos será un reflejo especular, y por tanto invertido, del hombre de la Edad de Oro. Es curioso que el igualitarismo moderno -que es lo opuesto a la igualdad- implica un nivelamiento social por abajo, hacia lo inferior, lo que supone una progresiva descualificación del ente a medida que avanza este proceso, que si en un sentido es descendente en otro es globalizador. Por tanto este proceso -posibilitad además por el progreso técnico- que implica a toda la humanidad conduce de modo inevitable a la destrucción sistemática de las castas, o mejor dicho de lo que pudiera queda de las mismas -gremios, tradiciones, etc.-, a través de un proceso de confusión a la vez vertical y horizontal. Hablar de descualificación de la humanidad equivale por tanto a decir inmersión en la casta más inferior e incluso llegado el caso en la no-casta –avarna-.
Por tanto, si bien aparentemente esta sociedad igualitaria propia de las utopías modernas parece haber ‘superado’ las castas -que es el ideal del ativarna hindú-, en realidad estamos ante su reflejo invertido -la ausencia de casta, avarna-. Esto, que podría parecer a la mentalidad profana un hecho irrelevante carente de toda trascendencia, implica de hecho la pérdida de ciertas potencialidades de índole sutil y con ello la imposibilidad manifiesta e irreversible de recorrer la vía de realización personal y espiritual que la Tradición ponía a disposición de los seres humanos. Esta es la consecuencia menos visible, menos notoria, pero mucho más letal que las otras, del transhumanismo.
La conclusión es que la conocida utopía pacifista de Lennon resulta ser en realidad una apología de la globalización, con su carácter materialista, individualista y anti-tradicional.

2 parte: La postmodernidad como sobrecompensación

Después de lo dicho es sencillo establecer algunos paralelismos entre el mensaje contenido en la letra de la canción y un par de referencias culturales también sobradamente conocidas.
Por una parte existe un claro paralelismo entre la descripción de ese mundo idílico, apaciguado y sin aristas de la canción de Lennon con el escenario utópico descrito en la conocida novela ‘Un mundo feliz’ de A. Huxley, si bien en este caso el futuro presenta con una carga crítica y distópica por completo ausente en la aparentemente inocente y un tanto infantil canción de Lennon. Para el de Liverpool una vida y un mundo tales parece que fueran realmente algo deseable, una suerte de materialización del paraíso en la Tierra.
En segundo lugar también se pueden establecer paralelismos evidentes con la idea del ‘Fin de la historia’ que planteara Francis Fukuyama en la década de los ’90. Recordemos que en todas las utopías universalistas y globalistas no existe alteridad, no hay lugar para un otro. Señalemos además que alcanzar el igualitarismo y la homogeneización de la sociedad -un objetivo que se nos ofrece a todas horas como deseable a través de los mass-media y el softpower– es precisamente el sueño de toda ideología totalitaria, como es la que ahora domina con su ‘pensamiento único’ y sus modos impositivos el mundo.
En relación con esto último hay que señalar que, además de la evidente apología de la globalización a lo largo de la canción, encontramos como ya apuntábamos en la primera parte, la descripción de un hombre-siervo -propio de la cuarta casta- y que es el prototipo de sujeto acorde al mundo globalizado que estamos analizando; un tipo de hombre que acepta su destino dentro de tal escenario con mansedumbre y resignación.
Y este detalle nos parece interesante pues este tipo humano sumiso y resignado es contradictorio con el tipo humano más típico de los mitos revolucionarios y promovido por la modernidad: un sujeto activo, que se construye a sí mismo y cuya meta es dominar el mundo que le rodea, todo lo cual puede resumirse en el ideal ‘varonil’ o ‘masculino’ de la modernidad.
Y por otra parte constatamos que no ha sido hasta muy recientemente que este modelo de sujeto -diríamos de ciudadano, usando la neolengua del poder- apocado y sumiso, ha comenzado a ser claramente presentado como el modelo de ciudadano deseable, el prototipo de individuo integrado y adaptado -otra palabra clave en neolengua- que no da problemas a su sociedad, o más bien al poder. ¿Debemos ver aquí una sustitución del modelo de sujeto/ciudadano considerado ideal para el poder?
Hablamos de un modelo de individuo que ya hemos descrito con anterioridad, y cuyas características más notorias son el egoísmo -el centro de atención es siempre uno mismo-, el sentimentalismo, la falta de rigor -lo que se muestra en su tendencia a la dispersión psíquica-, y a la vez la pasividad y la sumisión -la aceptación- acrítica al poder. Todos estos rasgos son inseparables del modelo expansivo de Estado y del mito del ‘Estado de bienestar’ que hace que el sujeto delegue cada vez más parcelas de su vida y su responsabilidad en el ente estatal. Un sujeto, como ya hemos dicho tantas veces, en extremo afeminado [1], psíquicamente débil, notoriamente enfermizo, progresivamente dependiente del Estado.
En esta descripción nos topamos con una sociedad en que un Polo femenino hipertrofiado domina sobre el masculino, que ve menguada su vitalidad y fuerza activa por la pérdida de su misma esencia: la masculinidad o virilidad, es decir su vigor (vir, fuerza).
Todo esto tiene multitud de consecuencias e implicaciones a nivel social y no podemos extendernos sobre ello. Citaremos tan solo un caso a modo de ejemplo.
Toda sociedad donde un Polo domine al otro es una sociedad enferma y desequilibrada [2], que se ha alejado del orden y la armonía, representados simbólicamente por el Axis Mundi [3]. Esta es la razón por las que todas las civilizaciones tradicionales cuentan con un lugar que hace la función simbólica de ‘Centro del Mundo’, un lugar en que es posible la reintegración y la re-armonización de dicha cultura respecto al Orden Supremo.
La modernidad supuso un desarrollo extremo del Polo de la masculinidad que ahora en la postmodernidad, como si de un movimiento pendular se tratase, se ve mermado y es sobrecompensado por el Polo femenino.
Si el rigorismo es el defecto propio del excesivo dominio del Polo masculino -que recordemos, corresponde al Pilar del Rigor en el diagrama del Árbol Sefirótico-, el error simétrico se producirá cuando el desequilibrio caiga del lado del Polo femenino -Pilar de la Misericordia-: un exceso de compasión y caridad mal entendidas, acompañado de un sentimentalismo y una emocionalidad exagerados y sobrevalorados.
Pues bien, lo que acabamos de describir en el anterior párrafo es perfectamente observable y reconocible en la sociedad occidental actual, sobresocializada y afeminada -como ya anunciara Evola- con sus imposiciones moralistas o el puritanismo de lo políticamente correcto. Una sociedad que atrapada en un exceso de derechos y burocracia ha perdido por completo su vigor, es decir su fuerza motriz -lo que corresponde al Guna Rajas-.
Ahora bien, ¿no refleja este cambio de carácter de la sociedad de lo masculino a lo femenino precisamente el paso de la modernidad a la postmodernidad?
Y por otra parte, ¿es posible ver en ese cambio del modelo de buen ciudadano que antes señalamos, instado desde el poder mismo, un cambio civilizatorio sutil pero profundo y con consecuencias de mayor alcance de lo que pudiera pensarse a simple vista?
Para acabar baste decir que también aquí la canción se adelantó a su época cumpliendo un papel de heraldo, casi profético, de las formas pseudo-religiosas de la postmodernidad que estaban aún por venir: el pacifismo y la New-Age.

Ceremonias en el NOM: la necesidad social del ritual.

ProtocoloDel lat. tardío protocollum ‘primera hoja de un documento con los datos de su autentificación’, y este del gr. bizant. πρωτόκολλον prōtókollon.
3. Conjunto de reglas establecidas por norma o por costumbre para ceremonias y actos oficiales o solemnes.
5. Conjunto de reglas que se establecen en el proceso de comunicación entre dos sistemas.
Llegamos al último tema que quisiéramos tratar por el momento, el de la Ingeniería Social y la sustitución de los mitos generadores de comunidad y cultura que esta lleva a cabo, así como el papel desempeñado en este proceso por eso que se llama ‘cultura Pop’ y que es hoy por hoy uno de los instrumentos más eficaces empleados por la Ingeniería Social para implantar la ideología y cultura del poder. En todo caso esperamos poder desarrollar este tema en el futuro.
No estaríamos analizando esta canción si no hubiera sido convertida a través de una campaña que ha durado décadas en un himno para las masas, haciéndola fácilmente identificable para cualquiera desde sus primeras notas. Un himno que ha trascendido lo musical y lo artístico para llegar a ser un lugar común de la cultura popular. En este sentido se dice a menudo que la canción Imagine es un himno para la paz, o mejor todavía la para la ‘paz mundial’, expresión que conviene más a los delirios universalistas de la ideología de la globalización. Así se ha convertido en cierto modo en un tópico emplear esta canción en diferentes momentos, en particular cuando hay acontecimientos luctuosos que suponen un impacto social.
La pregunta que surge entonces es porqué esta canción se pone en marcha como parte del protocolo de sobresocialización, sugestión e hipnosis posterior a un trauma colectivo. Y si ampliamos la perspectiva, ¿cuál es el objetivo sociopolítico que cumple el pacifismo, esa especie de pseudo-religión de la postmodernidad?
No tenemos duda, se trata de un proyecto mayor y que involucra todo el tejido de producción cultural, dirigido a destruir psíquicamente a los sometidos: sobresocialización e Indefensión Aprendida. Una vez más lo repetimos: no importa si los agentes ejecutores son o no conscientes del daño o del objetivo al que sirven, esto es completamente irrelevante.
La Indefensión Aprendida está ampliamente estudiada en esa pseudociencia profana que es la psicología moderna y que suplanta la verdadera Ciencia del Alma. La idea es inquietantemente sencilla: al igual que los animales sometidos a estrés constante -¿maltrato animal?- en condiciones controladas de laboratorio, las masas de ciudadanos sometidos al estrés constante de la vida cotidiana salpicada de traumas reiterados dejarán de oponer resistencia.
La sobreinformación juega un papel análogo, cuanto más volcada al exterior esté la atención -más centrifugado esté el sujeto- será más fácilmente manipulable por la sencilla razón de que no sabrá que cree, piensa o desea. Y este es justamente el objetivo de la sobresocialización: construir sujetos que no confíen en sí mismos. Definida de manera breve la sobresocialización es el síndrome por el que un sujeto toma en consideración antes lo que le dice una fuente con poder que lo que él mismo percibe. Su lugar de control está completamente externalizado y puesto al servicio de los medios de manipulación mental que son básicamente como ya dijmos mass-media y softpower.
En cuanto a la canción no se aleja del papel que cumple el softpower a nivel social: una función de sugestión e hipnosis colectiva, moviendo las emociones de los sometidos en la dirección que pretenden los ingenieros sociales y mermando su capacidad de reflexión racional, dirigiéndoles hacia una constante autoculpa, sentimiento de inferioridad, inevitabilidad, molicie y entrega del propio destino a instancias ‘superiores’.
Hemos hablado de protocolo -otra palabra clave en neolengua- y de ceremonia, especial atención merece esta última palabra pues es exactamente de esto de lo que se trata aquí: un ceremonial perfectamente análogo a los de la magia ceremonial diseñada por las sectas ocultistas de los siglos XIX y XX.
En este ceremonial Lennon cumple el papel de sacerdote o invocador y la gente el papel del médium. Lennon como sacerdote-mago de esta pseudo-religión invita a todos a entonar cánticos, himnos, de modo análogo -pero inverso- al de las invocaciones y salmodias tradicionales.
[1] Empleamos aquí los términos masculino-femenino en su sentido simbólico tradicional, no importa que el sujeto sea hombre o mujer. [2] Lo que decimos es igualmente válido tanto en el caso de referirnos a la personalidad de un individuo como en caso de referirnos al nivel de una colectividad, una sociedad o cultura. [3] La labor de los ritos tradicionales es justamente resituar al hombre respecto del Eje (o Polo) inmutable. Las palabras rito y orden proceden de la misma raíz conservada en el término sánscrito Ṛta.
Esaúl R. Álvarez
Fuente: Agnosis.
Visto en: Geopolítica. ru (link)

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