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El péndulo emocional del kirchnerismo
Por Fernando Soriano 14 de agosto de 2017 fsoriano@infobae.com
Cuando todo parecía perdido, cuando el ánimo en el búnker kirchnerista
estaba aplastado por la irradiación de optimismo oficialista que
emitían las pantallas, cuando muchos ya repetían con la boca tapada como
hace Messi -pero con tono de velorio- que "Macri se queda cuatro años
más", apareció Fernando Espinoza en Sarandí. El presidente del PJ
bonaerense (en licencia) llegó junto a la intendenta de La Matanza,
Verónica Magario, y modificó con una frase el espíritu de muchos de los
que estaban en Arsenal: "¿Qué pasa acá, qué son estas caras? Si están preocupados, relájense que traemos los votos de La Matanza".
Eran cerca de las 23 del domingo y en ese momento el escrutinio mostraba una diferencia amplia en favor de Esteban Bullrich: casi siete puntos
por encima de Cristina Fernández de Kirchner. Pero el ex intendente de
La Matanza irrumpió en el hotel de los jugadores de Arsenal (donde
esperaba novedades la primera línea de Unidad Ciudadana) con un dato que
envalentonó a sus candidatos. En su ciudad estimaban que habían
conseguido el 50% de los votos contra 22 de Cambiemos (con el 94,4% de
mesas escrutadas tenía el 46,73%) y a esa altura, era claro que el
recuento de votos había comenzado por las zonas favorables al gobierno.
Entre quienes lo escuchaban estaba Oscar Parrilli. "La Matanza es así, Oscar, somos inigualables", le dijo Espinosa al ex titular de la Agencia Federal de Inteligencia entre risotadas.
La emoción pendular gobernó la jornada de domingo y lunes en Arsenal de
Sarandí hasta más o menos las 3:35 de la madrugada, cuando la
diferencia entre Fernández de Kirchner y Bullrich se acercó hasta el
0,01% y la candidata a senadora finalmente habló y, rodeada de "gente
común", como en toda la campaña, dijo: "Hemos ganado".
El kirchnerismo había arrancado optimista, apoyado en las encuestas que
ponían a su candidata principal por encima del de Cambiemos. Pero esa
actitud se fue desinflando a medida que se viralizaban los boca de urna,
y se hundió con las primeras mesas escrutadas. En el horario de prime time televisivo, Cambiemos se adjudicó la victoria y el panorama se puso dantesco.
No obstante, algunos integrantes de la "mesa chica" cristinista estaban confiados. "A nosotros nos da 3 puntos arriba, estamos tranquilos, hay que esperar", comentaron a Infobae
bien entrada la noche. Pero el recuento no se actualizaba y los 200
militantes que rodearon el escenario donde se esperaba a la ex
presidente empezaron a impacientarse. "Carguen los votos, la puta que los parió", cantaban justo cuando Leopoldo Moreau apareció en la zona de prensa para denunciar que el gobierno había "secuestrado" los votos.
Hasta ese momento, Cristina prácticamente se había aislado
en una habitación del segundo piso del hotel de los futbolistas de
Arsenal, a donde solo accedieron tres o cuatro personas de confianza,
entre los que estaba su hijo Máximo. Vestida con un abrigo rosado se
mostró de buen humor pero exigió que no le preguntasen por resultados.
La mesura de Cristina estuvo basada no solo en la confianza que tenía
para obtener la mayoría de los votos, también en el nuevo estilo de
comunicar que se empezó a ver el 20 de junio pasado en este mismo club,
cuando ella presentó el frente Unidad Ciudadana. Solo que esta vez no
convocaron a la masa militante y a los que fueron (la mayoría
integrantes de equipos de Ceremonial de los municipios que la apoyan) se
les pidió que no cantaran el ya clásico "Vamos a volver".
Eso quedó claro cerca de la 1:30 de la madrugada cuando la diferencia
con Bullrich empezó a reducirse y los que estaban allí intentaron dar el
grito de guerra sin éxito: una mayoría los tapó primero con un
"Argentina, Argentina" y luego con "Cristina senadora" hasta que nadie
ya se animó a cantar aquello de la vuelta.
En el segundo piso las emociones estaban mezcladas. La tensión empezó a
crecer cuando los datos no se actualizaban. Moreau llamó varias veces
al ministro del Interior nacional, Rogelio Frigerio, pero no obtuvo
respuesta. "Son de cuarta, no nos atienden, los estamos llamando sin parar, es un papelón",
comentó una candidata a este medio. En ese momento no solo se acercaba
Cristina, en Santa Fe faltaba procesar gran parte de los votos de
Rosario. "El Chivo (por Agustín Rossi) nos dice que gana",
aseguró alguien desde el segundo piso vía Whatsapp. Horas después los
votos se reactivaron y el Frente Justicialista, de hecho, tomó la
delantera en la provincia donde en 2015 Miguel Del Sel casi se queda con
la gobernación.
Cuando la diferencia entre Bullrich y Cristina era de 0,06%, en el
primer piso del hotel empezaron a cantar y a celebrar porque la
tendencia y el zarpazo de madrugada parecían irreversibles. Entonces
Cristina, que había decidido hablar recién cuando el recuento hubiera
terminado, abandonó la postura de no querer saber nada de números y
pidió que le contaran qué ocurría. Al escuchar que ya al menos había
empate técnico, pidió a los organizadores del evento que prepararan su
aparición en el escenario.
A las 3:43, la ex presidente subió al escenario. Se había escrutado el
94,82 por ciento de las mesas. Los números de la Tercera Sección
(Matanza más conurbano sur) certificaban que el apoyo del primer y
segundo cordón fueron clave. Mientras Cristina abrazaba a los "comunes"
que la venían acompañando en la campaña (jubilados, trabajadores,
deportistas, estudiantes) la diferencia oscilaba entre el 0,03 y el
0,01% y la elección a senador bonaerense se clavaba en un virtual
empate. Pero Fernández de Kirchner fue contundente y anunció su
victoria: "El resultado de la provincia de Buenos Aires es que hemos ganado las elecciones con Unidad Ciudadana".
La candidata a senadora dijo que la demora en el recuento de votos fue "un bochorno": "La
verdad quiero contarles que tenía pensado hablar como normalmente pasa
en todas las elecciones, a las 22, 23, que es cuando se conocen los
resultados. Y pensaba que iba a tener que agradecer a todos y todas los
que votaron. Pero nunca, se los juro de corazón, nunca pensé que iba a
tener que pedirle perdón a los argentinos por este bochorno que hemos
vivido en este país".
Cristina acusó a Cambiemos de "montar un show para que salga en el prime time de la televisión, como si fuera un timbreo" y consideró que "es una ofensa a los ciudadanos que hoy fueron a votar".
La líder de la oposición parecía contenta. "Está chocha", contó alguien
que compartió con ella parte de la noche. Con un tono pausado, lejos de
la gestualidad tensa que mostró durante los últimos años de su
gobierno, pidió al oficialismo que proteja el trabajo y cuide a los
jubilados. "Es momento de que tomen nota de este triunfo. Que piensen en toda la gente que tiene problemas para acomodar su economía", reclamó, un rato antes de pedir la aparición con vida de Santiago Maldonado: "No vamos a permitir que, además de la dignidad, nos quiten la libertad".
Cerca de las 4:15 ("tal vez pensaron que nos íbamos a dormir, pero no somos vagos",
ironizó) Cristina se despidió de su gente, que hacía flamear
exclusivamente banderas argentinas. Sus últimas palabras, antes de
abandonar el escenario, fueron "gracias" y "perdón".
A su lado, la acompañaba sonriente Espinoza, el hombre que trajo los
votos de La Matanza e iluminó un domingo que pintaba negro.
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