Estados
Unidos siempre tuvo el temor de no lograr mantener dos guerras a la
vez. Con el entusiasmo del consenso logrado para invadir y destruir a
Afganistán –chivo expiatorio de los atentados a las Torres Gemelas, para
librar de responsabilidades a Arabia Saudita, su aliado carnal–, el
gobierno norteamericano se lanzó, en ese momento sólo con el apoyo de
Gran Bretaña, a invadir y a destruir el país de la civilización más
antigua del mundo: Irak. Década y media después, todavía está por allá.
No ha logrado salir de ninguno de los dos países, a pesar de haberlos
destruido.
Ahora, con el intervalo de pocos días, Donald Trump, que dirige el imperio por Twitter, dio dos declaraciones bomba, bien a su estilo. Dijo que Corea del Norte será víctima del ataque más fenomenal que el mundo haya conocido y, no contento con ello, que evalúa la posibilidad de una solución militar con Venezuela.
La agencia Reuters dijo que hay una vía de comunicación directa y secreta entre Corea del Norte y EEUU., una especie de teléfono rojo o amarillo. The New York Times delineó las razones por las cuales Washington no se metería con Caracas: pérdida de ganancias de empresas norteamericanas del petróleo, costo caro de importar crudo de otros países más lejos, además de las reacciones, que suscitarían más apoyo al gobierno venezolano.
Pero Trump ya ha jugado con apretar el botón de guerra, bombardeando Siria y Afganistán, le gustó y tuvo apoyos dentro y fuera de EE.UU., después de realizar una operación en los medios sobre las crueldades que el gobierno de Assad habría cometido y que llevaron a Trump casi a las lágrimas. No fue necesario nada de ello para que tirara la bomba más potente ya disparada hasta hoy en contra de un país, en Afganistán.
Racionalmente nadie tomaría en serio a EE.UU., metido todavía en Afganistán y en Irak, además de Siria, lanzado a destruir Corea del Norte e invadiendo a Venezuela, a la vez. Pero el hecho de ser el presidente con menor apoyo en los primeros seis meses de gobierno, puede incitar a Trump a montar operaciones mediáticas –como la que él hizo sobre Siria, buscando conmover con la exhibición de escenas de crueldad atribuidas al gobierno de Assad– para justificar alguna operación que, él cree, pueda aumentar su apoyo interno y mostrar al mundo que él todavía está en el comando del mundo.
Después de tantas barbaridades que Trump ha hecho y ha dicho, ya hay gente que no duda que pueda meterse en alguna nueva aventura nuclear en contra de Corea del Norte. Y que pueda querer “dar una lección” a Venezuela, valiéndose del clima favorable en el continente, antes que pueda cambiar, por ejemplo, con un eventual retorno de un gobierno hostil en Brasil.
Lo cierto es que un bufón comanda el imperio y tiene el botón nuclear al alcance de su dedo y de su Twitter. Esa es la contribución de EE.UU. hoy al restablecimiento de la paz mundial. Solución que ya no resultó en Siria y tampoco ha logrado ser puesta en práctica en contra de Irán. Rusia salió fortalecida, como la gran adversaria del llamado Estado Islámico, y promotora de soluciones que superen la crisis de Siria. Todo ha resultado mal para EE.UU. allá. Además de la incomodidad y el desgaste de las relaciones estrechas con Arabia Saudita, por ser el país promotor de apoyo al Estado Islámico, el agente más importante del terrorismo en Medio Oriente y en otros lugares del mundo.
Las amenazas de la derecha de que Venezuela está en todos los países, como lo hace Macri frente a los reveses electorales, no tiene asidero en la realidad. Pero una locura de Trump en contra de Venezuela va a tener consecuencias, que se desparraman por todo el continente. Hasta la misma OEA se vio obligada a condenar las declaraciones de Trump, lo mismo hizo el ex presidente mexicano Vicente Fox.
Una locura de Trump en contra de Corea del Norte no podría sino tener efectos graves, con respuestas hacia Corea del Sur, además de que lo que quede de los países se volverá ingobernable. En Venezuela promovería un nuevo aislamiento grave de Washington en América latina. Y tampoco es seguro que los norteamericanos apoyen locuras de ese tipo, después de los fracasos y los desgastes en Afganistán, Irak y Siria.
Pero es bueno saber que un bufón comanda el imperio y todo lo malo que puede ocurrir a partir de esa situación. Incluso la crisis final de la hegemonía imperial norteamericana en el mundo.
Ahora, con el intervalo de pocos días, Donald Trump, que dirige el imperio por Twitter, dio dos declaraciones bomba, bien a su estilo. Dijo que Corea del Norte será víctima del ataque más fenomenal que el mundo haya conocido y, no contento con ello, que evalúa la posibilidad de una solución militar con Venezuela.
La agencia Reuters dijo que hay una vía de comunicación directa y secreta entre Corea del Norte y EEUU., una especie de teléfono rojo o amarillo. The New York Times delineó las razones por las cuales Washington no se metería con Caracas: pérdida de ganancias de empresas norteamericanas del petróleo, costo caro de importar crudo de otros países más lejos, además de las reacciones, que suscitarían más apoyo al gobierno venezolano.
Pero Trump ya ha jugado con apretar el botón de guerra, bombardeando Siria y Afganistán, le gustó y tuvo apoyos dentro y fuera de EE.UU., después de realizar una operación en los medios sobre las crueldades que el gobierno de Assad habría cometido y que llevaron a Trump casi a las lágrimas. No fue necesario nada de ello para que tirara la bomba más potente ya disparada hasta hoy en contra de un país, en Afganistán.
Racionalmente nadie tomaría en serio a EE.UU., metido todavía en Afganistán y en Irak, además de Siria, lanzado a destruir Corea del Norte e invadiendo a Venezuela, a la vez. Pero el hecho de ser el presidente con menor apoyo en los primeros seis meses de gobierno, puede incitar a Trump a montar operaciones mediáticas –como la que él hizo sobre Siria, buscando conmover con la exhibición de escenas de crueldad atribuidas al gobierno de Assad– para justificar alguna operación que, él cree, pueda aumentar su apoyo interno y mostrar al mundo que él todavía está en el comando del mundo.
Después de tantas barbaridades que Trump ha hecho y ha dicho, ya hay gente que no duda que pueda meterse en alguna nueva aventura nuclear en contra de Corea del Norte. Y que pueda querer “dar una lección” a Venezuela, valiéndose del clima favorable en el continente, antes que pueda cambiar, por ejemplo, con un eventual retorno de un gobierno hostil en Brasil.
Lo cierto es que un bufón comanda el imperio y tiene el botón nuclear al alcance de su dedo y de su Twitter. Esa es la contribución de EE.UU. hoy al restablecimiento de la paz mundial. Solución que ya no resultó en Siria y tampoco ha logrado ser puesta en práctica en contra de Irán. Rusia salió fortalecida, como la gran adversaria del llamado Estado Islámico, y promotora de soluciones que superen la crisis de Siria. Todo ha resultado mal para EE.UU. allá. Además de la incomodidad y el desgaste de las relaciones estrechas con Arabia Saudita, por ser el país promotor de apoyo al Estado Islámico, el agente más importante del terrorismo en Medio Oriente y en otros lugares del mundo.
Las amenazas de la derecha de que Venezuela está en todos los países, como lo hace Macri frente a los reveses electorales, no tiene asidero en la realidad. Pero una locura de Trump en contra de Venezuela va a tener consecuencias, que se desparraman por todo el continente. Hasta la misma OEA se vio obligada a condenar las declaraciones de Trump, lo mismo hizo el ex presidente mexicano Vicente Fox.
Una locura de Trump en contra de Corea del Norte no podría sino tener efectos graves, con respuestas hacia Corea del Sur, además de que lo que quede de los países se volverá ingobernable. En Venezuela promovería un nuevo aislamiento grave de Washington en América latina. Y tampoco es seguro que los norteamericanos apoyen locuras de ese tipo, después de los fracasos y los desgastes en Afganistán, Irak y Siria.
Pero es bueno saber que un bufón comanda el imperio y todo lo malo que puede ocurrir a partir de esa situación. Incluso la crisis final de la hegemonía imperial norteamericana en el mundo.
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