Un atentado de proporciones pocas veces vistas sacudió a Afganistán. La tranquila mañana de uno de los barrios residenciales de Kabul se vio interrumpida ayer en hora pico por una explosión que dejó decenas de muertos y centenares de heridos cerca del Palacio Presidencial y del área de embajadas en la capital. El saldo de víctimas fue confirmado por las autoridades afganas. “De acuerdo a informes recibidos, este potente ataque causó la muerte a 90 personas y heridas a 463 de nuestros civiles e inocentes compatriotas”, indicó en su cuenta de Twitter el Centro Gubernamental de Información y Prensa afgano.
La detonación de un camión cisterna repleto de explosivos provocó el incendio de decenas de coches que quedaron calcinados en el barrio diplomático de la capital afgana. Cuerpos despedazados y personas heridas por los cristales rotos a causa de la onda expansiva aparecieron en el lugar de la detonación. Aunque nadie se adjudicó el atentado, el Directorio Nacional de Seguridad (NDS) afgano responsabilizó a la red Haqqani, grupo ligado al talibán, con apoyo de la inteligencia paquistaní.
Se trata del atentado más sangriento registrado por la misión de Naciones Unidas en Afganistán desde que comenzara la invasión estadounidense en 2001, que superó al ataque que en julio pasado causó 85 muertos y 413 heridos durante una manifestación de la minoría hazara en la capital afgana. El presidente afgano, Ashraf Gani, convocó luego de la explosión a un encuentro de emergencia de su gabinete para analizar la información que se había recabado hasta el momento, al tiempo que ordenó el inicio de una investigación exhaustiva para determinar las responsabilidades en el ataque.
De acuerdo con un comunicado del Palacio Presidencial, el dirigente pidió también al Ministerio de Desarrollo Urbano y a la Alcaldía de la capital que reconstruyeran las áreas destruidas por el estallido del coche bomba, que dejó un agujero de varios metros en una de sus principales avenidas y grandes daños materiales. “La explosión estuvo causada por una cisterna de agua que contenía más de una tonelada y media de explosivos. Dejó un cráter de 7 metros de profundidad”, detalló una fuente occidental en Kabul. La carga explosiva del camión bomba fue accionada por un kamikaze cerca de las 08.30 hora local (0.30 de Argentina), según señaló el ministerio de Interior. El estallido provocó una potente onda expansiva que causó numerosos daños en los alrededores, según imágenes aéreas difundidas por el canal afgano Tolo.
Por el momento se desconoce cuál era el objetivo de los terroristas. La bomba estalló cerca de la embajada alemana, pero al cierre de esta edición nadie había señalado a los alemanes como destino del ataque. Cerca del lugar hay otros objetivos posibles: el palacio presidencial, ministerios, el cuartel general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, embajadas, grandes supermercados y oficinas de grandes empresas como la de telecomunicaciones Roshan. De hecho, entre los muertos hay muchos trabajadores de esa compañía.
Según el alto mando, el objetivo de los insurgentes no era el área en que ocurrió la explosión, donde hay embajadas y edificios gubernamentales, sino una ubicación desconocida a la que se dirigían cuando fueron parados por las fuerzas de seguridad. La misión de la OTAN en Afganistán, Apoyo Decidido, indicó en un comunicado que las tropas afganas detuvieron a los atacantes antes de que accedieran a la zona de alta seguridad. “Su objetivo se encontraba en otro sitio y eso podría haber sido peor que este incidente, cuya ejecución se pudo oír en buena parte de la ciudad”, dijo el general Murad.
Y aunque ningún grupo reivindicó su autoría en el ataque, la principal agencia de inteligencia afgana, el Directorio Nacional de Seguridad responsabilizó a la red Haqqani. “El ataque bárbaro de Kabul fue planeado por la Red Haqqani en Pakistán y contó con la dirección y cooperación directa de la Agencia de Espionaje de Pakistán ISI”, denunció el organismo de inteligencia afgano en un comunicado, que responsabilizó en múltiples ocasiones a Haqqani de los atentados en el país.
El gobierno afgano acusó en varias ocasiones a Pakistán de alentar una guerra no declarada contra Afganistán y de cobijar a los terroristas de la red Haqqani. A pesar de su vinculación con la red Haqqani, los talibanes negaron estar detrás del ataque y argumentaron que sus filas no están autorizadas a llevar a cabo acciones como esta sin ningún objetivo. La formación liderada por el mulá Haibatullah tiende a desvincularse de las acciones que dejan un gran número de víctimas civiles.
El atentado se produce en un contexto de gran incertidumbre para Afganistán. El presidente estadounidense Donald Trump está analizando el posible envío de miles de militares para hacer frente a la situación. El jefe del Pentágono, Jim Mattis, declaró días atrás que 2017 será un año difícil para el Ejército afgano y para los soldados extranjeros desplegados en Afganistán. Estados Unidos, implicado en la República Islámica en el conflicto más largo de su historia, mantiene a 8.400 hombres junto a 5.000 militares de los Estados aliados, cuya principal misión consiste en formar y asesorar a las Fuerzas Armadas afganas.
Kabul no es una ciudad segura. El año pasado murieron tantos civiles como en la guerra civil en los años 90. Las cifras se dispararon un 75 por ciento respecto a 2015. Este año la capital afgana se ubica a la cabeza de víctimas civiles en comparación con otras ciudades del país. Probablemente, la bomba que estalló cerca del Palacio Presidencial haga que ninguna ciudad la supere. En los últimos meses se podía respirar cierto nerviosismo en Kabul. Pero desde ayer se respira miedo.