ctxt.es
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El pasado mes de octubre, la periodista italiana Loretta Napoleoni publicaba Traficantes de personas. El negocio de los secuestros y la crisis de los refugiados, un libro donde muestra que la alianza entre yihadismo, delincuencia común y contrabando ha constituido un entramado financiero muy rentable gracias al tráfico de migrantes en estados caóticos como Libia. Y advertía: “Si la Unión Europea sigue delegando sus fronteras en países fallidos, lo siguiente será la esclavitud y el fin de Europa”.
“La venta de personas negras se ha normalizado tanto en Libia que los migrantes de África Occidental están siendo comprados y vendidos en mercados de esclavos abiertamente”. El 11 de abril de este año, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) certificaba en un comunicado la existencia de compraventa de migrantes negros en Libia. Y añadía: “Estas personas se están convirtiendo en mercancía para ser comprada, vendida y apartada cuando pierde su valor”. Las redes sociales ya se habían hecho eco de este comercio desde hace tiempo.
El 8 de mayo, a raíz de la denuncia de la OIM, la fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), Fatou Bensouda, informó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que su oficina analizaba la posibilidad de iniciar una investigación sobre los delitos denunciados en Libia, entre ellos el de tráfico humano, de cumplirse los requisitos en materia de jurisdicción de la CPI. La posibilidad de iniciar una investigación “de cumplirse los requisitos en materia de jurisdicción” suena a muy poco cuando se habla de un país sumido en la anarquía como es Libia.
Monica Chiriac es la encargada de comunicación de los cinco centros de tránsito migratorio de la OIM en Níger (Agadez, Dirkou, Arlit y dos en Niamey, la capital). CTXT ha hablado con ella.
En Libia comercian con seres humanos, desde el desierto a la costa, organizaciones criminales, grupos armados y diferentes redes de contrabandistas que extorsionan a los migrantes que quieren cruzar Libia para llegar a Europa. Los testimonios que ha recogido en los últimos meses la OIM en Níger confirman que se venden migrantes como esclavos en plazas o en garajes de muchas ciudades. Hablan de entre 200 y 500 dólares (180 y 450 euros) el precio que se paga por estas personas.
Violación y prostitución
“Los habitantes locales compran migrantes para hacer trabajos diarios en la ciudad, a menudo en la construcción o como mano de obra en la agricultura”, cuenta Chiriac. “Algunos, pocos, son pagados. La mayoría se ven obligados a trabajar sin salario”, añade. “Las mujeres suelen ser separadas y colocadas en diferentes cárceles. Son víctimas de abuso, violación y prostitución, incluso en las cárceles de mujeres. La mayoría son vendidas como esclavas sexuales”. Capturados mientras se encuentran camino hacia el norte de Libia, las víctimas son principalmente de Nigeria, Senegal, Malí y Gambia, pero también las hay de Camerún, Guinea-Conakry o Guinea-Bissau.
En el informe de la OIM, se cita a otros migrantes mediando en la compra-venta de vidas humanas. “Es difícil saber el proceso de pensamiento exacto detrás de su disposición a ser parte de este proceso, pero está claro que no siempre es su propia decisión deliberada”, cuenta Chiriac a CTXT. “A veces las personas son parte de ello por miedo, a veces porque no tienen dinero para continuar su ruta, regresar o proveer para sí mismos y su familia”.
Normalmente se trata de un éxodo de hombres en más de un 94% y muy jóvenes. A la pobreza en ciertas regiones del África del Oeste se une en los últimos años la inestabilidad en diferentes países de la región donde actúan organizaciones criminales transnacionales como Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM), su escisión Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUJAO), Al-Sharia, Boko Haram o las Brigadas Al-Mulathameen.
Según las autoridades de Níger, se ha pasado de las 120.000 personas que cruzaron el país en 2015 a las 400.000 en tránsito entre febrero y diciembre de 2016. Médicos Sin Fronteras sitúa en 300.000 el número de migrantes que cruzaron finalmente la frontera libia en 2016.
Tumbas colectivas
El pasado jueves 25 de mayo, Médicos Sin Fronteras denunciaba en un comunicado las inhumanas condiciones de los centros de detención en los que se encierra de manera arbitraria a los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo en Libia. La mala ventilación, la superpoblación y el trato vejatorio en los centros de detención en Trípoli y Misrata, advertían, están generando desnutrición y enfermedades de piel y de las vías respiratorias y problemas graves de salud mental.
El Departamento de Lucha contra la Migración Ilegal del gobierno libio gestiona 24 centros de detención, mientras que el resto está en manos de diversas entidades, incluidas las administraciones locales. Los observadores internacionales tienen acceso a menos de la mitad de los centros de detención administrados por el gobierno de Libia. Incluso en estos centros, los grupos de ayuda dicen que las normas están muy por debajo de los niveles internacionalmente aceptados.
Según denuncia la delegación de la OIM para Libia, radicada en Túnez, los centros de detención de inmigrantes en Trípoli se describen por un trato degradante de los detenidos tales como la falta de agua, ausencia de espacios para dormir, asaltos sexuales, tortura y falta de atención médica adecuada. El año pasado, 14 migrantes fallecieron por enfermedad o desnutrición tan sólo en un mes en uno de esos centros. La Organización acusa también la existencia de tumbas colectivas en el desierto. El informe sobre los “mercados de esclavos” se agrega a esta larga lista de atrocidades.
“El fin de Europa”
Libia es la principal puerta de entrada a Europa para los inmigrantes. Sólo en 2016 más de 180.000 de ellos lograron cruzar el Mediterráneo y llegar a Italia. Desde el comienzo de este año, se estima que alrededor de 27.000 migrantes han llegado a la península italiana, 7.000 más que el número registrado en 2016 en el mismo período. Cerca de 700 han muerto en el mar desde enero, 171 de ellos recuperados por Guardia Costera de Libia, pero se desconoce si es el número real de los que se ahogan tratando de llegar a la costa europea desde Libia. En 2016, alrededor de 5.000 personas perecieron ahogadas en el Mediterráneo. El 90% procedía de Libia.
En una reunión informal en Malta el pasado viernes 3 de febrero, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE aprobaron un acuerdo con Libia cuyo fin es sellar toda ruta que admita el acceso a inmigrantes y refugiados a suelo europeo. Además, el Fondo Fiduciario de la Unión Europea para África, a propuesta de la Comisión Europea, aprobó el 12 de abril un programa de 90 millones de euros, para atender “las necesidades de los migrantes y contribuir a una mejor gestión de los flujos migratorios”, según la Alta Representante de la UE, Federica Mogherini. Esta iniciativa se producía tras las reiteradas quejas del primer ministro del Gobierno de Acuerdo Nacional Libio Fayez Al-Serraj, el reconocido desde marzo de 2016 por la ONU, por incumplimiento del acuerdo de Malta.
En una nota de prensa del 25 de mayo Médicos sin Fronteras informaba de un grave incidente con la Guardia Costera libia el 24 de mayo durante un rescate en el Mediterráneo. Un barco con agentes armados abordó a varios botes que corrían el riesgo de naufragar y que estaban siendo atendidos por MSF y SOS Méditerranée. Los guardias intimidaron a los pasajeros y dispararon al aire. Más de 60 personas se lanzaron al mar en un ataque de pánico masivo. Afortunadamente, los equipos de las dos ONGs pudieron sacarlos a todos del agua.
“Los líderes europeos están ofreciendo dinero para controlar la migración sin los controles necesarios a las autoridades de un país desgarrado por la guerra”, denunció ante la reunión de Malta en febrero Natalia Alonso, Directora Adjunta de Defensa y Campañas de Oxfam Internacional. “Es un acuerdo que va en contra de los valores fundamentales de nuestro continente”.
El caos libio
A seis años del asesinato de Gadafi, Libia vive sumida en un caos donde se cruzan gobiernos que se autodenominan legítimos, bandas de criminales y grupos terroristas. Fayez Al-Serraj se muestra incapaz de controlar gran parte del litoral entre muchos otros enclaves del país. Una parte del Parlamento libio en Tobruk –anteriormente considerado el legítimo para la comunidad internacional–, liderada por el “azote de yihadistas” Jalifa Haftar, controla gran parte del este del país.
A principios de año, un tercer gobierno en discordia, conocido como Gobierno de Salvación y liderado por Jalifa Gwell –ex primer ministro del Congreso General Nacional– dio un truncado golpe de Estado en la capital, en el que tomó varios ministerios. Importantes milicias leales al gran muftí del país y otras procedentes de Misrata han fortalecido a Gwell.
Los enfrentamientos entre partidarios de cada “gobierno” y las diferentes milicias insurgentes –entre ellas el Estado Islámico– convierten a Libia en un país letal.
La Unión Europea ha cerrado, por lo tanto, un trato con un país inmerso en la violencia política entre facciones donde campan a sus anchas contrabandistas, traficantes y terroristas. Europa ha transferido el control de sus fronteras a agentes sin control real para evitar a cualquier precio que salgan hacia Europa los refugiados que no quiere recibir.
Libia, el infierno de la migración africana
Jorge Ragna
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El pasado mes de octubre, la periodista italiana Loretta Napoleoni publicaba Traficantes de personas. El negocio de los secuestros y la crisis de los refugiados, un libro donde muestra que la alianza entre yihadismo, delincuencia común y contrabando ha constituido un entramado financiero muy rentable gracias al tráfico de migrantes en estados caóticos como Libia. Y advertía: “Si la Unión Europea sigue delegando sus fronteras en países fallidos, lo siguiente será la esclavitud y el fin de Europa”.
“La venta de personas negras se ha normalizado tanto en Libia que los migrantes de África Occidental están siendo comprados y vendidos en mercados de esclavos abiertamente”. El 11 de abril de este año, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) certificaba en un comunicado la existencia de compraventa de migrantes negros en Libia. Y añadía: “Estas personas se están convirtiendo en mercancía para ser comprada, vendida y apartada cuando pierde su valor”. Las redes sociales ya se habían hecho eco de este comercio desde hace tiempo.
El 8 de mayo, a raíz de la denuncia de la OIM, la fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI), Fatou Bensouda, informó al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que su oficina analizaba la posibilidad de iniciar una investigación sobre los delitos denunciados en Libia, entre ellos el de tráfico humano, de cumplirse los requisitos en materia de jurisdicción de la CPI. La posibilidad de iniciar una investigación “de cumplirse los requisitos en materia de jurisdicción” suena a muy poco cuando se habla de un país sumido en la anarquía como es Libia.
Monica Chiriac es la encargada de comunicación de los cinco centros de tránsito migratorio de la OIM en Níger (Agadez, Dirkou, Arlit y dos en Niamey, la capital). CTXT ha hablado con ella.
En 2016, alrededor de 5.000 personas perecieron ahogadas en el Mediterráneo. El 90% procedía de Libia“Desde hace ya algún tiempo, algunos migrantes nos contaban que habían sido vendidos en Libia, pero en los últimos meses los testimonios han aumentado considerablemente”, señala Chiriac. “Los migrantes a menudo hablan de abusos extremos como palizas, violación, tortura…”, prosigue. “Muchos migrantes con los que hemos hablado dicen que han sido tratados como animales o sub-humanos. Algunos han sido rociados con gasolina y después se les ha prendido fuego, a otros les disparan y otros se mueren de hambre. Los que sobreviven y se emancipan pagando rescate o escapando, vuelven traumatizados y con problemas psicológicos o físicos por lo que han sufrido”.
En Libia comercian con seres humanos, desde el desierto a la costa, organizaciones criminales, grupos armados y diferentes redes de contrabandistas que extorsionan a los migrantes que quieren cruzar Libia para llegar a Europa. Los testimonios que ha recogido en los últimos meses la OIM en Níger confirman que se venden migrantes como esclavos en plazas o en garajes de muchas ciudades. Hablan de entre 200 y 500 dólares (180 y 450 euros) el precio que se paga por estas personas.
Violación y prostitución
“Los habitantes locales compran migrantes para hacer trabajos diarios en la ciudad, a menudo en la construcción o como mano de obra en la agricultura”, cuenta Chiriac. “Algunos, pocos, son pagados. La mayoría se ven obligados a trabajar sin salario”, añade. “Las mujeres suelen ser separadas y colocadas en diferentes cárceles. Son víctimas de abuso, violación y prostitución, incluso en las cárceles de mujeres. La mayoría son vendidas como esclavas sexuales”. Capturados mientras se encuentran camino hacia el norte de Libia, las víctimas son principalmente de Nigeria, Senegal, Malí y Gambia, pero también las hay de Camerún, Guinea-Conakry o Guinea-Bissau.
En el informe de la OIM, se cita a otros migrantes mediando en la compra-venta de vidas humanas. “Es difícil saber el proceso de pensamiento exacto detrás de su disposición a ser parte de este proceso, pero está claro que no siempre es su propia decisión deliberada”, cuenta Chiriac a CTXT. “A veces las personas son parte de ello por miedo, a veces porque no tienen dinero para continuar su ruta, regresar o proveer para sí mismos y su familia”.
Normalmente se trata de un éxodo de hombres en más de un 94% y muy jóvenes. A la pobreza en ciertas regiones del África del Oeste se une en los últimos años la inestabilidad en diferentes países de la región donde actúan organizaciones criminales transnacionales como Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM), su escisión Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUJAO), Al-Sharia, Boko Haram o las Brigadas Al-Mulathameen.
Según las autoridades de Níger, se ha pasado de las 120.000 personas que cruzaron el país en 2015 a las 400.000 en tránsito entre febrero y diciembre de 2016. Médicos Sin Fronteras sitúa en 300.000 el número de migrantes que cruzaron finalmente la frontera libia en 2016.
Tumbas colectivas
El pasado jueves 25 de mayo, Médicos Sin Fronteras denunciaba en un comunicado las inhumanas condiciones de los centros de detención en los que se encierra de manera arbitraria a los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo en Libia. La mala ventilación, la superpoblación y el trato vejatorio en los centros de detención en Trípoli y Misrata, advertían, están generando desnutrición y enfermedades de piel y de las vías respiratorias y problemas graves de salud mental.
El Departamento de Lucha contra la Migración Ilegal del gobierno libio gestiona 24 centros de detención, mientras que el resto está en manos de diversas entidades, incluidas las administraciones locales. Los observadores internacionales tienen acceso a menos de la mitad de los centros de detención administrados por el gobierno de Libia. Incluso en estos centros, los grupos de ayuda dicen que las normas están muy por debajo de los niveles internacionalmente aceptados.
Según denuncia la delegación de la OIM para Libia, radicada en Túnez, los centros de detención de inmigrantes en Trípoli se describen por un trato degradante de los detenidos tales como la falta de agua, ausencia de espacios para dormir, asaltos sexuales, tortura y falta de atención médica adecuada. El año pasado, 14 migrantes fallecieron por enfermedad o desnutrición tan sólo en un mes en uno de esos centros. La Organización acusa también la existencia de tumbas colectivas en el desierto. El informe sobre los “mercados de esclavos” se agrega a esta larga lista de atrocidades.
“El fin de Europa”
Libia es la principal puerta de entrada a Europa para los inmigrantes. Sólo en 2016 más de 180.000 de ellos lograron cruzar el Mediterráneo y llegar a Italia. Desde el comienzo de este año, se estima que alrededor de 27.000 migrantes han llegado a la península italiana, 7.000 más que el número registrado en 2016 en el mismo período. Cerca de 700 han muerto en el mar desde enero, 171 de ellos recuperados por Guardia Costera de Libia, pero se desconoce si es el número real de los que se ahogan tratando de llegar a la costa europea desde Libia. En 2016, alrededor de 5.000 personas perecieron ahogadas en el Mediterráneo. El 90% procedía de Libia.
En una reunión informal en Malta el pasado viernes 3 de febrero, los jefes de Estado y de Gobierno de la UE aprobaron un acuerdo con Libia cuyo fin es sellar toda ruta que admita el acceso a inmigrantes y refugiados a suelo europeo. Además, el Fondo Fiduciario de la Unión Europea para África, a propuesta de la Comisión Europea, aprobó el 12 de abril un programa de 90 millones de euros, para atender “las necesidades de los migrantes y contribuir a una mejor gestión de los flujos migratorios”, según la Alta Representante de la UE, Federica Mogherini. Esta iniciativa se producía tras las reiteradas quejas del primer ministro del Gobierno de Acuerdo Nacional Libio Fayez Al-Serraj, el reconocido desde marzo de 2016 por la ONU, por incumplimiento del acuerdo de Malta.
MSF denuncia las inhumanas condiciones de los centros de detención en los que se encierra de manera arbitraria a los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo en LibiaItalia había cerrado poco antes y por su cuenta un tratado similar con Al-Serraj. Bajo este plan, Italia proveerá a las fuerzas de seguridad de Al-Serraj, buques, helicópteros, vehículos todoterreno y equipos de comunicación, así como la formación de casi 130 miembros de la Guardia Costera y establecer una “vigilancia eficiente” en el Sáhara para impedir que los migrantes entren en territorio libio. “En cualquier caso, el plan ayudará a detener a los inmigrantes desalentándolos”, aseguró el ministro del Interior italiano Marco Minniti.
En una nota de prensa del 25 de mayo Médicos sin Fronteras informaba de un grave incidente con la Guardia Costera libia el 24 de mayo durante un rescate en el Mediterráneo. Un barco con agentes armados abordó a varios botes que corrían el riesgo de naufragar y que estaban siendo atendidos por MSF y SOS Méditerranée. Los guardias intimidaron a los pasajeros y dispararon al aire. Más de 60 personas se lanzaron al mar en un ataque de pánico masivo. Afortunadamente, los equipos de las dos ONGs pudieron sacarlos a todos del agua.
“Los líderes europeos están ofreciendo dinero para controlar la migración sin los controles necesarios a las autoridades de un país desgarrado por la guerra”, denunció ante la reunión de Malta en febrero Natalia Alonso, Directora Adjunta de Defensa y Campañas de Oxfam Internacional. “Es un acuerdo que va en contra de los valores fundamentales de nuestro continente”.
El caos libio
A seis años del asesinato de Gadafi, Libia vive sumida en un caos donde se cruzan gobiernos que se autodenominan legítimos, bandas de criminales y grupos terroristas. Fayez Al-Serraj se muestra incapaz de controlar gran parte del litoral entre muchos otros enclaves del país. Una parte del Parlamento libio en Tobruk –anteriormente considerado el legítimo para la comunidad internacional–, liderada por el “azote de yihadistas” Jalifa Haftar, controla gran parte del este del país.
A principios de año, un tercer gobierno en discordia, conocido como Gobierno de Salvación y liderado por Jalifa Gwell –ex primer ministro del Congreso General Nacional– dio un truncado golpe de Estado en la capital, en el que tomó varios ministerios. Importantes milicias leales al gran muftí del país y otras procedentes de Misrata han fortalecido a Gwell.
Los enfrentamientos entre partidarios de cada “gobierno” y las diferentes milicias insurgentes –entre ellas el Estado Islámico– convierten a Libia en un país letal.
La Unión Europea ha cerrado, por lo tanto, un trato con un país inmerso en la violencia política entre facciones donde campan a sus anchas contrabandistas, traficantes y terroristas. Europa ha transferido el control de sus fronteras a agentes sin control real para evitar a cualquier precio que salgan hacia Europa los refugiados que no quiere recibir.
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