jueves, 31 de octubre de 2019

El nuevo mundo surge ante nosotros


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El nuevo mundo surge ante nosotros


Thierry Meyssan señala la extrema importancia, no de la retirada estadounidense ‎de Siria sino del derrumbe de los puntos de referencia actuales del mundo. Estima que ‎estamos entrando en un corto periodo de transición en el cual los que hoy controlan los ‎acontecimientos, que son los «capitalistas financieros» -aunque los actores que ‎designa de esa manera no tienen nada que ver con el capitalismo original ni tampoco ‎con la banca original- van a ser apartados en beneficio de las reglas de derecho que ‎Rusia enunció... en 1899‎.
putin salmán
© Sputnik
Estamos viviendo algo que sólo se ve una o dos veces cada 100 años. Está surgiendo un nuevo ‎orden mundial y todas las referencias anteriores desaparecen. Los que antes fueron ‎increíblemente vilipendiados ahora triunfan mientras que los que solían dictar su voluntad están ‎en pleno descenso al infierno. Es cada vez más evidente que las declaraciones oficiales y las ‎interpretaciones que los periodistas divulgan ya no corresponden a los hechos. ‎Los comentaristas tendrán que cambiar de discurso, rápida y radicalmente, o van verse barridos ‎por el remolino de la Historia. ‎
En febrero de 1943, la victoria soviética ante la invasión nazi cambió el curso de la Segunda Guerra ‎Mundial. A partir de ese hecho, lo que vino después ya era inevitable. Pero todavía hubo que esperar que tuvieran lugar el ‎desembarco anglo-estadounidense en las playas de Normandía -en junio de 1944-, la ‎conferencia de Yalta -en febrero de 1945- y la capitulación del Reich -el 8 de mayo de 1945- ‎para finalmente ver el nacimiento del mundo nuevo. ‎
En un solo año, el Reich nazi había perdido su lugar y se veía reemplazado por nuevas potencias: ‎Estados Unidos y la Unión Soviética. En aquel mundo nuevo, el Reino Unido y Francia, que ‎‎12 años antes aún eran las dos primeras potencias mundiales, quedaban como espectadores del ‎proceso de descolonización de sus respectivos imperios. ‎
Hoy estamos viviendo un momento similar. ‎
Cada periodo histórico tiene su propio sistema económico y construye una superestructura ‎política destinada a proteger ese sistema. Al final de la guerra fría y con el derrumbe de la URSS, ‎el presidente Bush padre desmovilizó un millón de militares estadounidenses y confió la búsqueda ‎de la prosperidad a los dirigentes de las grandes transnacionales. Estos últimos se aliaron al ‎dirigente chino Deng Xiaping y trasladaron grandes cantidades de empleos estadounidenses ‎a China, país que se convirtió así en la gran fábrica del mundo. Pero, lejos de ofrecer prosperidad a ‎sus conciudadanos, los dirigentes de las transnacionales acapararon sus ganancias, provocando la ‎lenta desaparición de las clases medias en las naciones de Occidente. En 2001, financiaron los ‎atentados del 11 de septiembre para imponer al Pentágono la estrategia Rumsfeld/Cebrowski de ‎destrucción de los Estados [1]. El presidente Bush hijo transformó entonces el «Medio Oriente ampliado», o «Gran ‎Medio Oriente» en campo de batalla de una «guerra sin fin». ‎
La liberación en una semana de una cuarta parte del territorio nacional sirio no es sólo la victoria ‎de Bachar al-Assad, el presidente sirio que desde hace 8 años «tiene que irse». Es también el ‎fracaso de la estrategia militar tendiente a instaurar la supremacía del capitalismo financiero. ‎Ha sucedido lo que parecía inimaginable. El orden mundial se ha modificado y la subsiguiente ‎secuencia de acontecimientos es inevitable. ‎
La fastuosa acogida al presidente ruso Vladimir Putin en Arabia Saudita y en Emiratos Árabes ‎Unidos es una muestra del espectacular cambio de posición de las potencia del Golfo Arábigo-‎Pérsico, que ahora se pasan al bando ruso. ‎
La también espectacular redistribución de las cartas en Líbano es igualmente muestra del mismo ‎fracaso político del capitalismo financiero. En un país dolarizado donde desde hace un mes ya ‎no se encuentran dólares, donde los bancos cierran sus puertas y se limitan las extracciones de ‎dinero que los clientes pueden realizar, las manifestaciones anticorrupción no podrán detener la ‎caída del orden anterior. ‎
Los estertores del orden agonizante se hacen sentir por todas partes. En Ecuador, el presidente ‎Lenín Moreno atribuye a su predecesor Rafael Correa -quien vive en Bélgica- y a un símbolo de ‎la resistencia frente a la explotación financierista -el presidente venezolano Nicolás Maduro- la ‎responsabilidad de haber organizado lo que en realidad es un levantamiento popular contra las ‎medidas del capitalismo financiero. ‎
El Reino Unido ya retiró de Siria sus fuerzas especiales y ahora está tratando de salir del Estado ‎supranacional que es la Unión Europea. Después de haberse planteado la posibilidad de conservar ‎el Mercado Común (el proyecto de Theresa May), el Reino Unido decide romper con toda la ‎construcción europea, conforme al proyecto de Boris Johnson. Mientras tanto, después de ‎los errores de los ex presidentes Nicolas Sarkozy y Francois Hollande, a los que se agregan ahora ‎los errores del presidente Emmanuel Macron, Francia pierde súbitamente toda credibilidad e ‎influencia. ‎
Por su parte, los Estados Unidos del presidente Donald Trump dejan de ser la «nación ‎indispensable», el «policía del mundo» al servicio del capitalismo financiero para tratar de ‎convertirse nuevamente una gran potencia económica. Así que Estados Unidos retira su arsenal ‎nuclear de Turquía y se dispone a cerrar el CentCom en Qatar mientras que todos reconocen ‎a Rusia como la potencia «pacificadora» que hace prevaler el derecho internacional que ‎ella misma había creado cuando convocó -en 1899- la «Conferencia Internacional por la Paz» ‎de La Haya, cuyos principios los miembros de la OTAN han venido pisoteando. ‎
Nota:
[1] «El proyecto militar de Estados Unidos para el mundo», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 22 de agosto de ‎‎2017.

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