jueves, 31 de octubre de 2019

PSOE, La época de la socialdemocracia clásica


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PSOE, La época de la socialdemocracia clásica


Por Pepe Gutiérrez-Álvarez
El Partido Socialista no nació en cualquier parte sino en un país bastante triste en el que ser pobre significaba no ser nada, donde la gente trabajadora carearía de los derechos más elementales.

Por Pepe Gutierrez
Después de un largo ciclo en el que la historia había quedado en manos de los especialistas y de los aparatos ideológicos (nomenclaturas, medias), la verdad y la mentira de la historia del PSOE se ha vuelto a plantear con más virulencia quizás que nunca. La última vez que este debate estuvo a flor de piel, el PSOE era ante todo unas siglas ilustres sobre las que se podían barajar toda clase de hipótesis.
En su proceso de reconstrucción, se podría decir que los intelectuales más o menos afines torcieron más el bastón hacía la historia “marxista” clásica (Pablo Iglesias, Jaime Vera, Antonio García quejido, Tomás Meabe, Juan José Morato, Luis Araquistáin y Largo Caballero ), hasta que ya como alternativa de poder, el énfasis se puso más en Julián Besteiro, Fernando de los Ríos, Indalecio Prieto…Una vez en el poder la historia fue embalsamada como un referente de nobleza, como un blasón al que recurrir, así por citar un ejemplo, en el primer Iº de Mayo legal, Felipe cambió la manifestación por un acto de colocación de una ramo de rosas rojas sobre la tumba de Pablo Iglesias. Desde entonces, la historia quedó tal como los lectores la pueden percibir en las diversas páginas orgánicas: como una historia oficial en la que los debates y los temas conflictivos o bien se obvian o bien se dictamina una conclusión en consonancia…en consonancia con una historia escrita como una apología del presente.

1. El Partido Socialista no nació en cualquier parte sino en un país bastante triste en el que ser pobre significaba no ser nada, donde la gente trabajadora carearía de los derechos más elementales. Era un país rico por arriba pero muy pobre por abajo, un Imperio que ni tan siquiera llegó a convencer como Estado unitario a la francesa. Con la Ilustración y el desarrollo industrial creció una burguesía liberal que se mostró incapaz de ser consecuente. Su historia venía precedida por una suma de derrotas históricas: la de los comuneros de Castilla, los hermandiños en Galicia, las Germanias valencianas o el 11 de septiembre de 1711…
A lo largo del siglo XIX, la burguesía liberal defraudó cualquier expectativa democrático-liberal, al final llegó a un “compromiso histórico” con los terratenientes que tenían sus manos puestas sobre la Iglesia y un ejército que fue el que puso punto final a las esperanzas democráticas y federales de la Primera República, que fue punto el punto clave en el salto de un movimiento obrero que vio en la Primera internacional un modelo. Sin embargo, hubo una ruptura desde el principio, el sector bakuninista consiguió gracias al viaje del diputado italiano Giuseppe Fanelli dar los primeros pasos. Sus idea era que resultaba posible acabar con el capitalismo, el Estado y la Iglesia sin necesidad de partidos. Esta corriente representó la impaciencia revolucionaria. Al mismo tiempo surgió otra animada por la presencia del yerno de Marx, Pablo Lafargue, con la ayuda del cual se convirtió en uno de los primeros partidos de la II Internacional o Internacional socialista, la misma que en 1893 prohibía la presencia de la izquierda extraparlamentaria en su seno.
Con esta diferencia en relación a los medios, se fundó clandestinamente en Madrid (2-05- 1879), en torno a un núcleo de intelectuales y obreros, fundamentalmente tipógrafos, entre los que destacaban entre otros Pablo Iglesias, Jaime Vera, Antonio García quejido, Facundo Perezagua, Juan José Morato, Evaristo Acevedo… El primer programa del nuevo partido político fue aprobado en una asamblea de 40 personas, el 20 de julio de ese mismo año y se reafirmaba en el marxismo, el internacionalismo y la dictadura del proletariado entendida como la defensa de la democracia obrera contra el poder coercitivo de la burguesía. El PSOE fue uno de los componentes de la Internacional que en aquel mismo año –bicentenario de la Gran Revolución Francesa de la que el admirado Jean Jaurés fue su principal abogado defensor-, se conformaba con un programa mínimo en el centro del cual figuraba la jornada de ocho horas, un sueño cuya vigencia es cada vez mayor en una época en la que se podía vivir con dos.
Desde entonces, ha orientado su labor hacia el logro de los grandes ideales emancipatorios del socialismo, de la revolución socialista impuesta bien gradualmente bien por una huelga general. Durante esta época clásica, el PSOE participó en todos y cada uno de los debates de la Internacional, normalmente alineándose con los planteamientos “principistas” de Jules Guesde, ateniéndose a los criterios dominantes pero sin realizar aportaciones. Exceptuando Vera y García Quejido, el PSOE no consiguió implantarse en los ámbitos de la cultura más allá de las esporádicas conexiones con Benito Pérez Galdós (sus novelas eran las más leídas entre los trabajadores), Vicente Blasco Ibáñez, Miguel de Unamuno, Pío Baroja (la trilogía La lucha por la vida es la mejor novela de la época sobre la condición obrera) o Antonio Machado, y otros, por eso Julián Besteiro fue tan considerado). La idea fundamental era la de la acumulación de fuerza a través de los sindicatos (la UGT creada por Antonio García Quejido en 1888), las Casas del Pueblo, los ayuntamientos. El Partido fue aumentando el número de sus militantes y asentando su base programática en la espera de un tiempo en el que instaurar la República social, por lo que su principal criterio era la prudencia en oposición al “aventurerismo” anarquista…
No fue hasta las elecciones de 1910 que Pablo Iglesias obtuvo un escaño y se convirtió en la primera voz del movimiento obrero español que se pudo oír en el Parlamento. Esta progresiva implantación del socialismo español fue permitiendo plantear una importante crítica social y una creciente contestación popular a las limitaciones políticas de la Restauración, cuyo sistema corrupto hasta los huesos permitía que los derechos civiles fueran burlados y que se produjese el reparto de poder entre los partidos liberal y conservador y el turno en el desempeño de las tareas de Gobierno, tratando de terrorista cualquier alboroto como quedó demostrado en la “revolución de julio” de 1909 por la que acabó siendo fusilado Ferrer i Guardia lo que provocó una movilización de toda la Internacional, amén de demostrar una vez más que nuestra burguesía temía más a los trabajadores que a la reacción.
Aunque el PSOE se mantuvo como no beligerante de España durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), las simpatías de su dirección fueron hacia Francia de manera que se cuidó en no denunciar la “Unión Sagrada” en la que tomaba parte la SFIO (y la CGT). A quienes quieran profundizar les interesará el debate interno que se dio entre un bisoño Andreu Nin que defendió las tesis internacionalistas y el veterano Fabra Ribas que se hizo portavoz de la opinión de la dirección
Este evento clave en la historia permitió un cierto desarrollo económico que permitió amasar importantes fortunas a determinados sectores de la burguesía, mientras que los trabajadores sufrían las consecuencias de una tremenda subida de precios, que disminuía por días la capacidad adquisitiva de sus salarios. El malestar ante esta situación, junto a la creciente demanda de libertades más efectivas planteada por amplios sectores de la población, crearon un ambiente de movilización social a favor de un cambio político, a cuyo frente se pusieron el PSOE y la UGT, encabezando junto con la CNT de Salvador Seguí, una huelga general que raramente aparece explicada en la historia oficial. Era la primera vez que las dos caras –complementarias- del movimiento obrero español se unificaba en una única plataforma por los derechos sociales y las libertades. Una cita a la que, no hay que decirlo, faltó nuevamente la burguesía liberal. Por entonces, la revolución rusa había conocido su primer acto en marzo, y se aprestaba al segundo. El socialismo aparecía como la alternativa a la barbarie.
El libro que aparece como ilustración fue devorado por la generación que en los años sesenta comenzaba a recomponer lo que el franquismo había destruido. Se vendía en las asambleas y se prestaba a los amigos para que vieran que sí había una historia limpia y emancipadora en este país, esa fue la que protagonizaron los trabajadores y las trabajadoras organizados.

Una historia que la guerra civil se llevó por delante. Después de la segunda postguerra mundial el PSOE fue abandonando toda resistencia salvo en Asturias y Euzkadi. En el exilio las luchas internas por un lado, la desconexión con el interior, más la indiferencia con las nuevas generaciones radicalizadas, le fue arrinconando en la clandestinidad hasta que en la mitad de los años setenta, se le abrió una puerta con un objetivo primo5rdial: liderar una izquierda que garantizara que aquí no se rompía un plato.

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