lunes, 4 de noviembre de 2019

Una mirada al ejército chileno que antecedió al golpe


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Una mirada al ejército chileno que antecedió al golpe

 

 


La «prusianización» del ejército chileno y el militar becado por Hitler. O los resabios nazis del ejército de Chile
NAVEGAR POR INTERNET y revisar viejas publicaciones, muchas de ellas arrumbadas en oscuros y malolientes baúles llenos de olvido, es posible descubrir artículos, fotografías desvaídas y crónicas añosas que permiten reconstruir parte de nuestro pasado como país. Uno de esos artículos extraídos de Internet es el que posibilitó escribir esta apurada Memoria de Medio Siglo.
Siempre se ha dicho que el Ejército de la República de Chile poseyó, casi a fines del siglo diecinueve, una formación netamente prusiana, lo cual es cierto en gran medida ya que el coronel Jorge Boonen Rivera fue el principal impulsor de la transformación del Ejército, mirando el ejemplo de la organización militar de Prusia (territorio que pasó a formar parte de Alemania en 1871).
Otro de los puntales fue el capitán del ejército prusiano, Emil Körner Henze, quien llegó a nuestro país en 1885, contratado por el Ejército de Chile como profesor de las asignaturas de Artillería, Infantería, Dibujo de planos, Historia y Tácticas militares, para ejercer docencia en la Escuela Militar.
Bajo el mandato del Presidente Domingo Santa María se inició el proceso de transformación que continuarían luego los Presidentes José Manuel Balmaceda y Jorge Montt, por lo que la presencia alemana fue dilatada y, digámoslo sin ambages,  desde la perspectiva del Ejército, bastante fructífera.
Hans von Kiesling, oficial de origen bávaro -nacido en München en 1873-, se convirtió en el líder de los militares alemanes que asesoraron al Ejército chileno, actuando principalmente en el Estado Mayor y en la Academia de Guerra.
Kiesling retornó al país en 1924, siendo reincorporado a las filas durante el gobierno militar (que dio el golpe de estado a la administración de Arturo Alessandri) con la ayuda de los generales Ibáñez y Díaz Valderrama. Gracias a esta política de férrea amistad con Alemania, en 1928 había nuevamente 18 instructores germanos en Chile, los que se encargaban de adiestrar a la oficialidad del Ejército y de la Fuerza Aérea. También se volvió a hacer frecuente el envío de militares chilenos a Berlín. En 1928 había 17 oficiales estudiando allí.
Las relaciones entre Chile y Alemania se hicieron fluidas hasta el punto de que el jefe del Ejército germano, general Wilhelm Heye, en 1928 visitó nuestro país durante dos semanas. El general Díaz Valderrama, inspector general del Ejército chileno, devolvió la visita al año siguiente. Fue recibido por el Presidente de la República de Weimar y máximo exponente del militarismo prusiano, general Paul von Hindenburg, y recorrió las más importantes fábricas de armamentos de ese país. El estrechamiento de los lazos diplomáticos y militares germano-chilenos se tradujo en el sensible aumento de las compras de armamento alemán. Los Chilenos, no aparecen en el Escalafón de esos años.
Debido a la necesidad imperiosa que tenía Alemania de desarrollar sus vínculos comerciales para beneficiar su industria de armamentos, se tendió a estrechar los lazos con los países latinoamericanos, tradicionalmente buenos clientes en asuntos de armas. Por eso se esmeraban los diplomáticos y representantes industriales alemanes en invitar a oficiales de Estado Mayor latinoamericanos para que conocieran en Alemania las últimas novedades técnicas.
A fines de 1935 viajaron al Tercer Reich (que ya era dirigido por el Partido Nacionalsocialista de Adolf Hitler) tres altos oficiales de la Fuerza Aérea: el comandante Basaure, el capitán de bandada González Nolle y el comodoro del aire Manuel Franke. Los huéspedes chilenos visitaron los consorcios de armamentos de Krupp en Essen, Siemens en Berlín, Daimler Benz y la fábrica de aviones Klemm, en Stuttgart, quedando profundamente impresionados ante la «extraordinaria organización y disciplina» del país anfitrión.
El resultado de esa visita fue incluir a Alemania como etapa principal del viaje de varios meses por Europa que en 1937 realizó el comandante en jefe de la Fuerza Aérea de Chile (FACH), general Diego Aracena, junto a un grupo de oficiales.
La delegación castrense chilena fue recibida al más alto nivel, incluso por el propio Hermann Goering, brazo derecho de Hitler y jefe de la Luftwaffe. «En el campo de entrenamiento de la Luftwaffe (Fuerza Aérea de Alemania) en Neu Ruppin fue recibido el general Aracena y sus acompañantes con los máximos honores militares, como no se habían brindado antes a general alguno» (así lo publicó el periódico nazi  Westküsten-Beobachter, Nº 196, 8/7/1937, p. 30).
Después de ese viaje se compraron nuevos aviones para la FACH y Línea Aérea Nacional (LAN Chile); en Alemania se ordenaron dos docenas de Focke Wulf por 48 millones de pesos, en Italia (país que estaba bajo la bota del fascista Benito Mussolini) veinte máquinas Breda por 32 millones, en Dinamarca material de vuelo por 5 millones y en los Estados Unidos hidroaviones por una cantidad de 2 millones de pesos. La Fuerza Aérea chilena ya poseía una cantidad de bombarderos trimotores Junker adquiridos en 1926-27 a través de los buenos oficios de Hans von Kiesling.
¿UN OFICIAL DEL EJÉRCITO CHILENO PLANIFICANDO LA INVASIÓN NAZI A POLONIA? 
Queda entonces claro que hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, el ejército chileno tenía muy buenas relaciones con el ejército alemán y no era raro que varios oficiales del estado Mayor Chileno realizaran cursos de perfeccionamiento en unidades regulares de la Wehrmacht.
Es así que en 1937 el joven Teniente Coronel Teófilo Gómez (Telecomunicaciones) cumple funciones en el Grupo de Comunicaciones Número 16 en Munster Westf. Uno de sus instructores fue el mismísimo Mariscal Erwin Rommel, de quien se sintió profundamente incentivado a «reconocer» el potencial de las telecomunicaciones en una guerra moderna rápida y decisiva.
En algunas de las escasas fotografías que hay en nuestros museos y Bibliotecas sobre esa época es posible observar al teniente Teófilo Gómez (enmarcado por un círculo en la foto de este mismo artículo) participando ‘como un soldado más’ (con uniforme del ejército chileno)  en las maniobras militares que la wermacht  nazi llevó a efecto preparando la invasión a Polonia, Checoslovaquia y Norte de África.
Durante 1938 el teniente Gómez participó en numerosos juegos de Guerra donde tuvo que tomar parte en la planificación de un «posible escenario», la invasión de Polonia. Gracias a su destacada labor en Alemania, recibe de manos del führer, en la ceremonia de graduación, un libro autografiado por él, junto al siguiente «consejo privado y personal» del genocida nazi… no comente en público nada de lo que ha hecho acá, recuerde que todo esto son temas de seguridad de los ejércitos y deben tratarse en forma interna solamente.
A su regreso a Chile, el Teniente Gómez tomó parte activa en las  severas y profundas reestructuraciones del arma de telecomunicaciones; su carrera profesional ascendió sólidamente llegando a General de División y Jefe del Estado Mayor General del Ejército en 1952, pero no si antes convertirse en 1939, en «la voz más experta en análisis militares chilenos acerca de lo que ocurre con la guerra en Europa».
No obstante, cuando la Segunda Guerra Mundial ya había desatado sus alas dantescas en Europa y África, el gobierno chileno encabezado por el Presidente Juan Antonio Ríos  -con la aprobación del Congreso Nacional- se unió a las fuerzas de los Aliados (EEUU, Inglaterra, Francia y la URSS) dejando olvidada la neutralidad que había asumido al inicio del conflicto bélico.
Pero, los efectos ‘embriagadores’ del  fascismo y nazismo que caracterizaron a los ejércitos italianos y alemanes siguieron obnubilando a la oficialidad de nuestro propio ejército, como bien podría comprobar el país una vez que Augusto Pinochet y sus adláteres se apropiaran del gobierno y de la nación a golpe de sangre, fuego y torturas.
Por Arturo Alejandro Muñoz (@artamumu)

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