miércoles, 26 de abril de 2017

África emigra en África


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Eduardo Bayona

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“Hay un error. La gente piensa que todo el mundo viene de África y sube hacia Europa, pero las migraciones interafricanas son de las más importantes del planeta. La gente se mueve al país más cercano. No van a Europa”, explica Hafsa Afailal, doctora en Ciencias Sociales e investigadora en migraciones y movilidad, que responsabiliza de ese estereotipo a los medios de comunicación: “Se paran ahí, pero hay muchos marroquíes que bajan a África, a Costa de Marfil y Senegal. Vemos lo que ocurre hacia el norte pero no lo que pasa hacia el sur. En África hay más migración dentro del continente que hacia Europa”.
Los datos de la ONU corroboran la tesis de la investigadora turca, miembro del Amimo (Axe Migrations et Mobilités, Eje de Migración y Movilidad) del IFEA (Institut Francais d’Etudes Anatoliennes) de Estambul y de las asociaciones marroquíes Gade y Haima, integrante de una cátedra de investigación de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona y colaboradora del Seminario Aragonés de Migraciones y Diversidad. Según Naciones Unidas, el 87% de las migraciones internacionales en 2015 en África se produjo entre países de ese continente, lo que convierte ese área del planeta en la que menos emigración genera fuera de sus países (13%), por debajo del 18% de Asia y muy lejos del 34% de América Latina y del 47% de Europa, líder en esta materia.
“Las estadísticas más recientes indican que hay diez veces más movimientos migratorios  en el seno del África occidental que hacia los países occidentales”, señala un informe del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, que apunta cómo, desde los años 90, “asistimos a una diversificación y una creciente volatilidad de esas dinámicas migratorias regionales, pero también a su individualización y precarización” tras la explosión demográfica y urbana en la zona, el aumento de la inestabilidad iniciado con  las guerras en Liberia y Sierra Leona, “el cierre progresivo de las vías legales hacia el norte (Europa), el refuerzo de los controles en las fronteras europeas y magrebíes y las operaciones de interceptación” en las costas de la región. 
“En los últimos años, la llegada fuertemente mediatizada y politizada de embarcaciones subsaharianas a las costas españolas e italianas ha dado a la zona una nueva imagen: la de un espacio de ‘tránsito’ de donde parten ‘miles de africanos’ que buscan El Dorado europeo”, añade el documento, que rechaza esa imagen estereotipada.
El 87% de las migraciones internacionales en 2015 en África se produjo entre países de ese continente
Casi 250 millones de migrantes en el planeta
Está claro, no obstante, que las migraciones internacionales van en aumento. Los 244 millones de personas  que se encontraban en esa situación en 2015 –un 3,3% de la población mundial, con presencias superiores al 10% en Europa, América y Oceanía-- suponen un incremento del 41% en solo tres lustros. Veinte millones de esos migrantes son refugiados, de los que casi tres se encuentran en Turquía.
Afailal centra una de sus líneas de trabajo en investigar cómo Marruecos y Turquía, considerados, respectivamente, las puertas de África y de Asia, han vivido el llamado “proceso de externalización” de las fronteras de la UE, cuyo objetivo es blindar el acceso a la “fortaleza europea” mediante “estrategias de control” de los flujos migratorios fuera de su territorio; es decir, de una política de “cierre de fronteras” que está terminando de cortocircuitar la de acogida de mano de obra procedente del sur que la Europa comunitaria mantuvo hasta la década de los 70. 
“Merece la pena recordar el carácter histórico permanente e imparable de las migraciones [en ambos países], lo que significa que son las políticas las que deben adaptarse al fenómeno y no lo contrario. Esta adaptación solo se podrá realizar mediante la construcción de un modelo intercultural de los derechos humanos, donde la migración se considere parte esencial del mismo”, señala Afailal en las conclusiones de su tesis Las migraciones inesperadas: Marruecos y Turquía entre diversidad y seguridad, en la que añade que “esta perspectiva implica invertir las relaciones políticas entre el Estado y los diferentes componentes de la sociedad sobre una base de igualdad”. El diagnóstico y el tratamiento son aplicables a Europa.
“Los patrones migratorios en Marruecos y Turquía están en evolución constante”, explica. Se trata de “dos países muy distintos, pero que en su relación con la UE comparten elementos como su ubicación geoestratégica y el hecho de ser países de migración y de tránsito: no pueden ser entendidos sin inmigración, emigración y tránsito”. También coinciden en el carácter “seguritario” de sus políticas migratorias, “más dirigidas a su seguridad que a la protección del migrante”.
Turquía y Marruecos coinciden en el carácter “seguritario” de sus políticas migratorias, “más dirigidas a su seguridad que a la protección del migrante”
“A lo largo de la historia han sido dos países clave en los movimientos migratorios que han recibido la influencia de la tendencia a la seguridad de las políticas europeas, del aumento del control y las trabas para acceder al territorio”, explica Hafsa Afailal, que destaca cómo “el control migratorio de las fronteras se hace más allá del territorio europeo, en lo que llamamos la externalización del control, que incluye políticas de visado y construcción de centros de internamiento”, y otros elementos como la puesta en marcha de la Agencia Frontex, que supone “una externalización del control militar, que opera fuera del territorio de la UE”.
Europeos ‘sin papeles’
Esas políticas han llevado a que Turquía, por ejemplo, mantenga un acuerdo de readmisión –ahora en suspenso-- con la UE que permite deportar a ese país a personas expulsadas de Europa que han pasado por su territorio y que, por otro lado, plantea problemas en materia de refugiados. Estos, en principio, no pueden ser devueltos. Sin embargo, Turquía mantiene una “reserva geográfica” por la que reconoce ese estatuto a los europeos pero no a las personas procedentes de Asia y de África, que se encuentran bajo una figura de protección temporal establecida por ley en 2013. “Supuestamente son demandantes de asilo y no se pueden devolver”, señala. Marruecos no cuenta con acuerdo de readmisión con la UE.
La política migratoria del país alauita, no obstante, ha sido pionera en África con una Ley de Entrada, Estancia, Inmigración y Emigración irregular que ha dado lugar a dos procesos de regularización de extranjeros, el segundo de los cuales está abierto todo este año. El primero permitió regularizar en 2013 y 2014 a 13.000 personas de 86 nacionalidades. “El mayor número de regularizados no fue de subsaharianos sino de sirios, y el proceso reveló que había muchos europeos, españoles también, en situación irregular”, explica Afailal, que insiste en que tanto Marruecos como Turquía “han sido siempre países de emigración e inmigración y de tránsito. Hay que romper el estereotipo de que migra solo la gente del África subsahariana. Hay que romper estereotipos: ¿una persona con los ojos azules es un turista, y alguien con rasgos africanos es un migrante?”
Otra cosa es que esas normas alauitas tengan un carácter integrador. La Ley de Extranjería, que permite penalizar con cárcel tanto la emigración como la inmigración clandestinas, fue votada el mismo día que la Ley Antiterrorista. “Hay una paradoja en la convivencia de la protección  y la vulneración de los derechos en el día a día”, anota. Turquía no criminaliza a los que vuelven en su ley de 2013, que, además de ampliar los periodos de detención y las causas de deportación, coincide con la norma marroquí en apelar a conceptos como la seguridad nacional para justificar la expulsión de personas sin papeles.
Tratar la migración como algo general, como si fuera una mercancía, es muy peligroso: los migrantes son seres humanos
Afailal, en cualquier caso, ve las migraciones como una oportunidad en lugar de como una amenaza. “Tratar la migración como algo general, como si fuera una mercancía, es muy peligroso: los migrantes son seres humanos, cada uno con su propia visión y su propia vivencia”, señala. 
“Marruecos y Turquía –añade-- están viviendo una oportunidad histórica para trabajar la diversidad, las diferencias que nos unen, aunque eso ha sido durante mucho tiempo tabú en ambos países. Con la llegada de la nueva migración, que no lo es, hay una oportunidad para que esa gente se convierta en un catalizador para hablar de la diversidad y para aplicar políticas transversales, ya que las sectoriales y específicas no son válidas. Las nuevas minorías son una oportunidad histórica para trabajar en lo antiguo” que nunca se acabó de resolver.
Emigración, inmigración y tránsito
En este sentido, destaca que tanto esos dos Estados como los de la UE son, en realidad, “de emigración, inmigración y tránsito, aunque ese último término es una trampa que en ocasiones se utiliza como excusa para no intervenir y para no revisar los programas educativos y de otro tipo”. ¿Para qué desarrollar políticas globales cuando la gente está de paso?
La investigadora social llama la atención sobre la necesidad de revisar el papel de la UE en la cooperación en torno al Mediterráneo. “Hemos de salir del eurocentrismo. Europa no es el modelo”, sostiene, al tiempo que llama la atención sobre algunas de las incongruencias de las políticas migratorias europeas: “Tras la primavera árabe, cuando algunos países comunitarios comenzaron a rechazar a extranjeros con visados de otros, se abrió un debate sobre la libre circulación de personas. Eso revela una fragilidad dentro de la Unión y de uno de sus principios fundamentales”.
Por último, Afailal aboga por reconocer el papel de Turquía, y de los turcos, en la crisis de los refugiados sirios. “El país está acogiendo a millones de personas –indica-, y hay una falsa información que indica que la mayor parte de los fondos para atender a los refugiados viene de Europa cuando en realidad sale de los presupuestos de Turquía, de los impuestos y las cotizaciones, e incluso ha habido recortes”. 
“Pensar que de un día para otro llegan millones de personas para convivir contigo es complicado, pero en general los turcos han tenido una actitud de acogida –señala--. No creo que hayamos llegado a un nivel de democracia tan desarrollado como para que se acoja a la gente por puro respeto a los derechos humanos, pero eso tampoco ocurre en Europa”.

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