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“Hay
un error. La gente piensa que todo el mundo viene de África y sube
hacia Europa, pero las migraciones interafricanas son de las más
importantes del planeta. La gente se mueve al país más cercano. No van a
Europa”, explica Hafsa Afailal, doctora en Ciencias Sociales e
investigadora en migraciones y movilidad, que responsabiliza de ese
estereotipo a los medios de comunicación: “Se paran ahí, pero hay muchos
marroquíes que bajan a África, a Costa de Marfil y Senegal. Vemos lo
que ocurre hacia el norte pero no lo que pasa hacia el sur. En África
hay más migración dentro del continente que hacia Europa”.
Los datos de la ONU corroboran
la tesis de la investigadora turca, miembro del Amimo (Axe Migrations
et Mobilités, Eje de Migración y Movilidad) del IFEA (Institut Francais
d’Etudes Anatoliennes) de Estambul y de las asociaciones marroquíes Gade
y Haima, integrante de una cátedra de investigación de la Universidad
Rovira i Virgili de Tarragona y colaboradora del Seminario Aragonés de
Migraciones y Diversidad. Según Naciones Unidas, el 87% de las
migraciones internacionales en 2015 en África se produjo entre países de
ese continente, lo que convierte ese área del planeta en la que menos
emigración genera fuera de sus países (13%), por debajo del 18% de Asia y
muy lejos del 34% de América Latina y del 47% de Europa, líder en esta
materia.
“Las estadísticas más recientes indican que
hay diez veces más movimientos migratorios en el seno del África
occidental que hacia los países occidentales”, señala un informe del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados,
que apunta cómo, desde los años 90, “asistimos a una diversificación y
una creciente volatilidad de esas dinámicas migratorias regionales, pero
también a su individualización y precarización” tras la explosión
demográfica y urbana en la zona, el aumento de la inestabilidad iniciado
con las guerras en Liberia y Sierra Leona, “el cierre progresivo de
las vías legales hacia el norte (Europa), el refuerzo de los controles
en las fronteras europeas y magrebíes y las operaciones de
interceptación” en las costas de la región.
“En los
últimos años, la llegada fuertemente mediatizada y politizada de
embarcaciones subsaharianas a las costas españolas e italianas ha dado a
la zona una nueva imagen: la de un espacio de ‘tránsito’ de donde
parten ‘miles de africanos’ que buscan El Dorado europeo”, añade el
documento, que rechaza esa imagen estereotipada.
El 87% de las migraciones internacionales en 2015 en África se produjo entre países de ese continente
Casi 250 millones de migrantes en el planeta
Está
claro, no obstante, que las migraciones internacionales van en aumento.
Los 244 millones de personas que se encontraban en esa situación en
2015 –un 3,3% de la población mundial, con presencias superiores al 10%
en Europa, América y Oceanía-- suponen un incremento del 41% en solo
tres lustros. Veinte millones de esos migrantes son refugiados, de los
que casi tres se encuentran en Turquía.
Afailal centra
una de sus líneas de trabajo en investigar cómo Marruecos y Turquía,
considerados, respectivamente, las puertas de África y de Asia, han
vivido el llamado “proceso de externalización” de las fronteras de la
UE, cuyo objetivo es blindar el acceso a la “fortaleza europea” mediante
“estrategias de control” de los flujos migratorios fuera de su
territorio; es decir, de una política de “cierre de fronteras” que está
terminando de cortocircuitar la de acogida de mano de obra procedente
del sur que la Europa comunitaria mantuvo hasta la década de los 70.
“Merece
la pena recordar el carácter histórico permanente e imparable de las
migraciones [en ambos países], lo que significa que son las políticas
las que deben adaptarse al fenómeno y no lo contrario. Esta adaptación
solo se podrá realizar mediante la construcción de un modelo
intercultural de los derechos humanos, donde la migración se considere
parte esencial del mismo”, señala Afailal en las conclusiones de su tesis Las migraciones inesperadas: Marruecos y Turquía entre diversidad y seguridad,
en la que añade que “esta perspectiva implica invertir las relaciones
políticas entre el Estado y los diferentes componentes de la sociedad
sobre una base de igualdad”. El diagnóstico y el tratamiento son
aplicables a Europa.
“Los patrones migratorios en
Marruecos y Turquía están en evolución constante”, explica. Se trata de
“dos países muy distintos, pero que en su relación con la UE comparten
elementos como su ubicación geoestratégica y el hecho de ser países de
migración y de tránsito: no pueden ser entendidos sin inmigración,
emigración y tránsito”. También coinciden en el carácter “seguritario” de sus políticas migratorias, “más dirigidas a su seguridad que a la protección del migrante”.
Turquía y Marruecos coinciden en el carácter “seguritario” de sus políticas migratorias, “más dirigidas a su seguridad que a la protección del migrante”
“A lo largo de la historia han sido dos
países clave en los movimientos migratorios que han recibido la
influencia de la tendencia a la seguridad de las políticas europeas, del
aumento del control y las trabas para acceder al territorio”, explica
Hafsa Afailal, que destaca cómo “el control migratorio de las fronteras
se hace más allá del territorio europeo, en lo que llamamos la
externalización del control, que incluye políticas de visado y
construcción de centros de internamiento”, y otros elementos como la
puesta en marcha de la Agencia Frontex, que supone “una externalización del control militar, que opera fuera del territorio de la UE”.
Europeos ‘sin papeles’
Esas
políticas han llevado a que Turquía, por ejemplo, mantenga un acuerdo
de readmisión –ahora en suspenso-- con la UE que permite deportar a ese
país a personas expulsadas de Europa que han pasado por su territorio y
que, por otro lado, plantea problemas en materia de refugiados. Estos,
en principio, no pueden ser devueltos. Sin embargo, Turquía mantiene una
“reserva geográfica” por la que reconoce ese estatuto a los europeos
pero no a las personas procedentes de Asia y de África, que se
encuentran bajo una figura de protección temporal establecida por ley en
2013. “Supuestamente son demandantes de asilo y no se pueden devolver”,
señala. Marruecos no cuenta con acuerdo de readmisión con la UE.
La
política migratoria del país alauita, no obstante, ha sido pionera en
África con una Ley de Entrada, Estancia, Inmigración y Emigración
irregular que ha dado lugar a dos procesos de regularización de
extranjeros, el segundo de los cuales está abierto todo este año. El
primero permitió regularizar en 2013 y 2014 a 13.000 personas de 86 nacionalidades.
“El mayor número de regularizados no fue de subsaharianos sino de
sirios, y el proceso reveló que había muchos europeos, españoles
también, en situación irregular”, explica Afailal, que insiste en que
tanto Marruecos como Turquía “han sido siempre países de emigración e
inmigración y de tránsito. Hay que romper el estereotipo de que migra
solo la gente del África subsahariana. Hay que romper estereotipos: ¿una
persona con los ojos azules es un turista, y alguien con rasgos
africanos es un migrante?”
Otra cosa es que esas normas
alauitas tengan un carácter integrador. La Ley de Extranjería, que
permite penalizar con cárcel tanto la emigración como la inmigración
clandestinas, fue votada el mismo día que la Ley Antiterrorista. “Hay
una paradoja en la convivencia de la protección y la vulneración de los
derechos en el día a día”, anota. Turquía no criminaliza a los que
vuelven en su ley de 2013, que, además de ampliar los periodos de
detención y las causas de deportación, coincide con la norma marroquí en
apelar a conceptos como la seguridad nacional para justificar la
expulsión de personas sin papeles.
Tratar la migración como algo general, como si fuera una mercancía, es muy peligroso: los migrantes son seres humanos
Afailal, en cualquier caso, ve las
migraciones como una oportunidad en lugar de como una amenaza. “Tratar
la migración como algo general, como si fuera una mercancía, es muy
peligroso: los migrantes son seres humanos, cada uno con su propia
visión y su propia vivencia”, señala.
“Marruecos y
Turquía –añade-- están viviendo una oportunidad histórica para trabajar
la diversidad, las diferencias que nos unen, aunque eso ha sido durante
mucho tiempo tabú en ambos países. Con la llegada de la nueva migración,
que no lo es, hay una oportunidad para que esa gente se convierta en un
catalizador para hablar de la diversidad y para aplicar políticas
transversales, ya que las sectoriales y específicas no son válidas. Las
nuevas minorías son una oportunidad histórica para trabajar en lo
antiguo” que nunca se acabó de resolver.
Emigración, inmigración y tránsito
En
este sentido, destaca que tanto esos dos Estados como los de la UE son,
en realidad, “de emigración, inmigración y tránsito, aunque ese último
término es una trampa que en ocasiones se utiliza como excusa para no
intervenir y para no revisar los programas educativos y de otro tipo”.
¿Para qué desarrollar políticas globales cuando la gente está de paso?
La
investigadora social llama la atención sobre la necesidad de revisar el
papel de la UE en la cooperación en torno al Mediterráneo. “Hemos de
salir del eurocentrismo. Europa no es el modelo”, sostiene, al tiempo
que llama la atención sobre algunas de las incongruencias de las
políticas migratorias europeas: “Tras la primavera árabe, cuando algunos
países comunitarios comenzaron a rechazar a extranjeros con visados de
otros, se abrió un debate sobre la libre circulación de personas. Eso
revela una fragilidad dentro de la Unión y de uno de sus principios
fundamentales”.
Por último, Afailal aboga por reconocer
el papel de Turquía, y de los turcos, en la crisis de los refugiados
sirios. “El país está acogiendo a millones de personas –indica-, y hay
una falsa información que indica que la mayor parte de los fondos para
atender a los refugiados viene de Europa cuando en realidad sale de los
presupuestos de Turquía, de los impuestos y las cotizaciones, e incluso
ha habido recortes”.
“Pensar que de un día para otro
llegan millones de personas para convivir contigo es complicado, pero en
general los turcos han tenido una actitud de acogida –señala--. No creo
que hayamos llegado a un nivel de democracia tan desarrollado como para
que se acoja a la gente por puro respeto a los derechos humanos, pero
eso tampoco ocurre en Europa”.
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