Por: Randy Alonso Falcón
La Casa Blanca es un verdadero caos, dicen los analistas. Trump manda y ordena con desbarajuste. Miembros del gabinete y asesores poco pintan en el panorama; no más que ir por detrás tratando de deshacer los entuertos en los que el presidente mete al gobierno. Cada tuit del mandatario y una que otra declaración oral ponen en ascuas a todo el entorno presidencial.
Caos, vértigo y polémicas de todo tipo, resumen los cinco meses y días de mandato de Donald Trump en la Casa Blanca. Algunos lo atribuyen a la egolatría del multimillonario presidente y su torpeza política. Otros ven detrás algo más sofisticado, manejado por el cerebro gris de Steve Bannon, quien se dice cree que generando caos se derrumbarán viejos esquemas y surgirá un “nuevo orden”.
Lo cierto es que el señor de la Casa Blanca, como dice una canción, no se le parece a nadie.
Obsesión Obama
Para Trump y su camarilla, Barack Obama es una pesadilla que hay que borrar del mapa. Es como la brújula que guía a este gobierno. El rubio neoyorquino con torres inmobiliarias y campos de golf por doquier no quiere que queden huellas del gobierno del primer negro en llegar al poder en Estados Unidos.
Los comentarios y tuits del jefe de Estado sobre Obama o las decisiones durante el anterior gobierno son parte inseparable de su retórica. Por decir, hasta se inventó unas supuestas escuchas ilegales en la Torre Trump ordenadas por su antecesor durante la campaña electoral.
Ha desmontado las decisiones de Obama que favorecían la protección del medio ambiente frente a voraces proyectos empresariales. No le ha temblado el pulso para aprobar oleoductos contaminantes, quitar restricciones ambientalistas y hasta retirarse del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático.
Se ha empleado al máximo para tratar de que el Congreso apruebe su reforma de salud que echaría abajo el llamado Obamacare y, a la vez, se llevaría las esperanzas de tener atención de salud de más de 20 millones de estadounidenses. “No puedo imaginar que estos buenos senadores republicanos pudieran permitir que el pueblo americano sufra con el quebrado ObamaCare durante más tiempo”, señaló el presidente exasperado ante la oposición de nueve senadores republicanos a su propuesta sanitaria, que tampoco es del agrado de la bancada demócrata.
Fue hasta Miami, rodeado de la crápula anticubana, para decretar la muerte de la política hacia la normalización con Cuba comenzada por Obama. Por más que su bravucón empeño declarativo no pudiera concretarlo totalmente en las decisiones que firmó.
Todo lo que huela a su antecesor le produce repulsión al mandamás y hará lo imposible por liquidarlo; no importa a qué costo.
Con una foto de brazos cruzados y ceño fruncido, la supuesta portada tiene un titular por encima del nombre de la revista: “¡TRUMP ACERTANDO EN TODOS LOS FRENTES…INCLUSO EN TELEVISIÓN!”. Dice ser de la edición del 1 de marzo de 2009. Pero ese día no hubo una edición de la revista, ni ninguna edición en la que honrara a Trump por su protagonismo televisivo. “Puedo confirmar que no es una portada verdadera de TIME”, afirmó una portavoz a The Washington Post, el primer periódico en encontrar esta información. TIME ha solicitado a la Organización Trump que retire la portada de sus establecimientos.
Por cierto, que según The New York Times, el presidente ha dicho mentiras cada día de su gobierno, excepto algunas jornadas de fin de semana que ha dedicado a jugar el golf y se ha alejado de su teléfono para tuitear. Un largo inventario de 100 mentiras de Trump, día por día, fue publicado por el diario neoyorkino, a página completa, el pasado 23 de junio.
La historia deja en evidencia a un presidente que ha cargado fuertemente contra los medios de comunicación por publicar supuestas noticias falsas.
En los últimos días, Trump ha llamado idiota y loco a un reconocido periodista y retrasada mental y tonta a su pareja en la profesión y la vida; ha compartido en su cuenta de Twitter un montaje en video donde golpea a un hombre cuyo rostro es el logotipo de CNN, y ha llamado a The New York Times como “fracasado”. Desde Twitter se jacta de haber ganado las elecciones con la gran mayoría de los medios en contra y con el favor de las redes sociales. Parece algo mesiánico.
La desesperación en Washington incrementa con cada disparo del presidente en Twitter, sin distingo de partidos. Un senador republicano del Estado de Nebraska, Ben Sasse, le ha escrito en la red: “Por favor para. Esto no es normal y está por debajo de la dignidad de tu cargo”. La cadena NBC, ante el despiadado ataque contra sus periodistas estrellas Joe Scarborough y Mika Brzezinski, pareja y presentadores del conocido programa Morning Joe, ha respondido: “es un día triste para Estados Unidos cuando el presidente dedica su tiempo al bullying, mentir y expresar ataques personales insignificantes en lugar de hacer su trabajo”. En un editorial, el Washington Post afirmó que después de estos últimos tuits, “es obvio que no vale la pena instar al presidente Trump a que actué con mayor dignidad, respeto para su puesto o, bien, por el auto-respeto. No sucederá, Eso hace aún más urgente que el resto de nosotros pensemos cómo salvaguardar la civilidad y valores democráticos hasta que acabe su presidencia”.
Mientras, el New York Times, en su editorial, señaló que Trump no aguanta la crítica y “parece no darse cuenta de que está avergonzándose a sí mismo. Eso es lo que tanto republicanos como demócratas han estado intentando decirle”.
Hasta el intelectual conservador Bill Kristol envío un tuit en respuesta a Trump: “Usted es un cerdo”.
Lo cierto es que una reciente encuesta, conducida por la firma Monkey Survey para el portal de noticias Axios, devela que los estadounidenses, aún con un periodismo maltrecho, creen más en los medios que en su presidente. Además, según la encuesta, 64 por ciento de los estadunidense desaprobó el uso de Trump de las redes sociales, 47 por ciento calificó de indignos sus mensajes en Twiter, 34 por ciento dijo que eran despreciables y solo 26 por ciento los calificó de entretenidos.
Loable el intento del señor. Pero su anuncio desconocía que ya Estados Unidos tiene un acuerdo de largo plazo con la India para suministrarle gas y por el cual el año pasado le vendieron al gigante del Asia más de 24 mil millones de pies cúbicos del combustible.
La compañía estatal Gail India Ltd. firmó un contrato por 20 años con las empresas estadounidenses Cheniere y Dominion’s Cove Point, mientras Indian Oil Corp. hizo acuerdo, también por 20 años, con Cameron LNG, un proyecto desarrollado en Louisiana por un grupo de compañias, incluídas Sempra, Engie SA y Mitsubishi Corp.
Ahora el que pelea es Rex Tillerson, un tipo que sabe de lo inflamable. Vinó a encabezar el Departamento de Estado desde el puesto de Presidente de la Petrolera ExxonMobil.
Sus desavenencias con miembros del gabinete y asesores privilegiados del mandatario se han ahondado en las últimas semanas. Y el pasado viernes no pudo más y explotó, según reseña Politico en su sitio web. El lacónico texano desbarró contra Johnny DeStefano, el jefe de la Oficina de Personal, por torpedear las nominaciones propuestas para los puestos importantes del Departamento de Estado y por el cuestionable nivel de juicio que le atribuye.
También se quejó Tillerson de que la Casa Blanca estaba suministrando información dañina sobre él a los medios de comunicación.
Ha sido, dice Político, la mayor manifestación de cuán frustrado anda Tillerson en su rol dentro de la administración Trump. Se queja de los intentos de la Casa Blanca por imponerle parte del personal, sobre los tuits del presidente (que no pocos dolores de cabeza deben darle como jefe de la diplomacia), y sobre las relaciones de trabajo con el Ala Oeste, donde se topa con lealtades y competencias difíciles de aceptar. Después de todo, dice la reconocida publicación, el anterior CEO de ExxonMobil, acostumbrado a tener la última palabra sobre el personal y las políticas durante su vida corporativa, ha terminado recibiendo en el gobierno de Trump órdenes de asesores políticos más jóvenes y con menos experiencia que él.
Sus continuos exabruptos se han convertido ya en un asunto de debate legislativo en Estados Unidos. El congresista demócrata Jamie Raskin ha invocado 25ª Enmienda de la Constitución, para promover una ley de destitución presidente si se determina que está “incapacitado” físicamente o mentalmente para el cargo. La iniciativa, sin embargo, no tiene ninguna posibilidad de prosperar dado que depende del beneplácito del vicepresidente y de amplias mayorías en el Capitolio que son imposibles con la composición actual, pero da una medida del desespero de parte de la clase política y sectores de poder ante el caos Trump.
Su universo parece restringido a sí mismo, pero con la mira puesta en ese núcleo duro hiperconservador y patriotero, que lo llevó a la Casa Blanca y le aplaude sus desvaríos. Trump recuerda un poco Humpty Dumpty, aquel personaje de Alicia en el País de las Maravillas que decía enfadado y en tono burlón: “Cuando yo uso una palabra (…) quiere decir lo que yo quiero que diga… ni más ni menos […] La cuestión es saber quién es el que manda…Ni más ni menos.”
Tomado de: https://montesinos2010blog.wordpress.com/2017/07/06/trump-y-la-teoria-del-caos/
La Casa Blanca es un verdadero caos, dicen los analistas. Trump manda y ordena con desbarajuste. Miembros del gabinete y asesores poco pintan en el panorama; no más que ir por detrás tratando de deshacer los entuertos en los que el presidente mete al gobierno. Cada tuit del mandatario y una que otra declaración oral ponen en ascuas a todo el entorno presidencial.
Caos, vértigo y polémicas de todo tipo, resumen los cinco meses y días de mandato de Donald Trump en la Casa Blanca. Algunos lo atribuyen a la egolatría del multimillonario presidente y su torpeza política. Otros ven detrás algo más sofisticado, manejado por el cerebro gris de Steve Bannon, quien se dice cree que generando caos se derrumbarán viejos esquemas y surgirá un “nuevo orden”.
Lo cierto es que el señor de la Casa Blanca, como dice una canción, no se le parece a nadie.
Obsesión Obama
Para Trump y su camarilla, Barack Obama es una pesadilla que hay que borrar del mapa. Es como la brújula que guía a este gobierno. El rubio neoyorquino con torres inmobiliarias y campos de golf por doquier no quiere que queden huellas del gobierno del primer negro en llegar al poder en Estados Unidos.
Los comentarios y tuits del jefe de Estado sobre Obama o las decisiones durante el anterior gobierno son parte inseparable de su retórica. Por decir, hasta se inventó unas supuestas escuchas ilegales en la Torre Trump ordenadas por su antecesor durante la campaña electoral.
Ha desmontado las decisiones de Obama que favorecían la protección del medio ambiente frente a voraces proyectos empresariales. No le ha temblado el pulso para aprobar oleoductos contaminantes, quitar restricciones ambientalistas y hasta retirarse del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático.
Se ha empleado al máximo para tratar de que el Congreso apruebe su reforma de salud que echaría abajo el llamado Obamacare y, a la vez, se llevaría las esperanzas de tener atención de salud de más de 20 millones de estadounidenses. “No puedo imaginar que estos buenos senadores republicanos pudieran permitir que el pueblo americano sufra con el quebrado ObamaCare durante más tiempo”, señaló el presidente exasperado ante la oposición de nueve senadores republicanos a su propuesta sanitaria, que tampoco es del agrado de la bancada demócrata.
Fue hasta Miami, rodeado de la crápula anticubana, para decretar la muerte de la política hacia la normalización con Cuba comenzada por Obama. Por más que su bravucón empeño declarativo no pudiera concretarlo totalmente en las decisiones que firmó.
Todo lo que huela a su antecesor le produce repulsión al mandamás y hará lo imposible por liquidarlo; no importa a qué costo.
Timos y Mentiras
El magnate acostumbrado a llamar siempre la atención, no escatima autosatisfacciones. El hombre que cuelga su nombre en grandes letras en todos sus hoteles y clubes y se jacta de los “solomillos Trump”, “Trump vodka” y “Corbatas Trump”, se inventó ahora una portada de la revista TIME que cuelga enmarcada en la pared de al menos 7 de los 17 clubes de golf que posee.Con una foto de brazos cruzados y ceño fruncido, la supuesta portada tiene un titular por encima del nombre de la revista: “¡TRUMP ACERTANDO EN TODOS LOS FRENTES…INCLUSO EN TELEVISIÓN!”. Dice ser de la edición del 1 de marzo de 2009. Pero ese día no hubo una edición de la revista, ni ninguna edición en la que honrara a Trump por su protagonismo televisivo. “Puedo confirmar que no es una portada verdadera de TIME”, afirmó una portavoz a The Washington Post, el primer periódico en encontrar esta información. TIME ha solicitado a la Organización Trump que retire la portada de sus establecimientos.
Por cierto, que según The New York Times, el presidente ha dicho mentiras cada día de su gobierno, excepto algunas jornadas de fin de semana que ha dedicado a jugar el golf y se ha alejado de su teléfono para tuitear. Un largo inventario de 100 mentiras de Trump, día por día, fue publicado por el diario neoyorkino, a página completa, el pasado 23 de junio.
La historia deja en evidencia a un presidente que ha cargado fuertemente contra los medios de comunicación por publicar supuestas noticias falsas.
Locura antimedios
Nunca se había visto algo igual. Donald Trump bombardea a diestra y siniestra desde su cuenta de Twitter. Y su blanco favorito son los medios de comunicación (excepción habida de Fox News, National Inquirer y alguno otro). Sus ataques no tienen límites ni compostura. Poco lo importa eso de modales y protocolo al jefe del imperio. Si no que le pregunten al primer ministro de Montenegro.En los últimos días, Trump ha llamado idiota y loco a un reconocido periodista y retrasada mental y tonta a su pareja en la profesión y la vida; ha compartido en su cuenta de Twitter un montaje en video donde golpea a un hombre cuyo rostro es el logotipo de CNN, y ha llamado a The New York Times como “fracasado”. Desde Twitter se jacta de haber ganado las elecciones con la gran mayoría de los medios en contra y con el favor de las redes sociales. Parece algo mesiánico.
La desesperación en Washington incrementa con cada disparo del presidente en Twitter, sin distingo de partidos. Un senador republicano del Estado de Nebraska, Ben Sasse, le ha escrito en la red: “Por favor para. Esto no es normal y está por debajo de la dignidad de tu cargo”. La cadena NBC, ante el despiadado ataque contra sus periodistas estrellas Joe Scarborough y Mika Brzezinski, pareja y presentadores del conocido programa Morning Joe, ha respondido: “es un día triste para Estados Unidos cuando el presidente dedica su tiempo al bullying, mentir y expresar ataques personales insignificantes en lugar de hacer su trabajo”. En un editorial, el Washington Post afirmó que después de estos últimos tuits, “es obvio que no vale la pena instar al presidente Trump a que actué con mayor dignidad, respeto para su puesto o, bien, por el auto-respeto. No sucederá, Eso hace aún más urgente que el resto de nosotros pensemos cómo salvaguardar la civilidad y valores democráticos hasta que acabe su presidencia”.
Mientras, el New York Times, en su editorial, señaló que Trump no aguanta la crítica y “parece no darse cuenta de que está avergonzándose a sí mismo. Eso es lo que tanto republicanos como demócratas han estado intentando decirle”.
Hasta el intelectual conservador Bill Kristol envío un tuit en respuesta a Trump: “Usted es un cerdo”.
Lo cierto es que una reciente encuesta, conducida por la firma Monkey Survey para el portal de noticias Axios, devela que los estadounidenses, aún con un periodismo maltrecho, creen más en los medios que en su presidente. Además, según la encuesta, 64 por ciento de los estadunidense desaprobó el uso de Trump de las redes sociales, 47 por ciento calificó de indignos sus mensajes en Twiter, 34 por ciento dijo que eran despreciables y solo 26 por ciento los calificó de entretenidos.
Prometiendo lo ya realizado
Su paroxismo por hacer lo “más grande” que se haya hecho “forever” no tiene límites hasta el ridículo. En su intento de aproximarse a la India, como contrapeso a China, Donald Trump volvió a cometer el pasado 26 de junio otro de sus errores garrafales. En una publicitada declaración tras su encuentro con el primer ministro indio, el magnate presidente se mostró satisfecho de que Estados Unidos estuviera a punto de firmar un acuerdo de largo plazo con el país asiático para enviarle gas natural.Loable el intento del señor. Pero su anuncio desconocía que ya Estados Unidos tiene un acuerdo de largo plazo con la India para suministrarle gas y por el cual el año pasado le vendieron al gigante del Asia más de 24 mil millones de pies cúbicos del combustible.
La compañía estatal Gail India Ltd. firmó un contrato por 20 años con las empresas estadounidenses Cheniere y Dominion’s Cove Point, mientras Indian Oil Corp. hizo acuerdo, también por 20 años, con Cameron LNG, un proyecto desarrollado en Louisiana por un grupo de compañias, incluídas Sempra, Engie SA y Mitsubishi Corp.
El Canciller explota
Las riñas intestinas en el gobierno se hacen cada vez más visibles, en medio de los favoritismos y lealtades que Trump ha estimulado. La imagen de dos facciones enfrentadas capitaneadas por Kushner y el jefe de Estrategia, Steve Bannon, no gustaron para nada al mandatario, que no quiere desvios de la atención hacia su figura. Trump ordenó a ambas partes que resolviesen sus discordia.Ahora el que pelea es Rex Tillerson, un tipo que sabe de lo inflamable. Vinó a encabezar el Departamento de Estado desde el puesto de Presidente de la Petrolera ExxonMobil.
Sus desavenencias con miembros del gabinete y asesores privilegiados del mandatario se han ahondado en las últimas semanas. Y el pasado viernes no pudo más y explotó, según reseña Politico en su sitio web. El lacónico texano desbarró contra Johnny DeStefano, el jefe de la Oficina de Personal, por torpedear las nominaciones propuestas para los puestos importantes del Departamento de Estado y por el cuestionable nivel de juicio que le atribuye.
También se quejó Tillerson de que la Casa Blanca estaba suministrando información dañina sobre él a los medios de comunicación.
Ha sido, dice Político, la mayor manifestación de cuán frustrado anda Tillerson en su rol dentro de la administración Trump. Se queja de los intentos de la Casa Blanca por imponerle parte del personal, sobre los tuits del presidente (que no pocos dolores de cabeza deben darle como jefe de la diplomacia), y sobre las relaciones de trabajo con el Ala Oeste, donde se topa con lealtades y competencias difíciles de aceptar. Después de todo, dice la reconocida publicación, el anterior CEO de ExxonMobil, acostumbrado a tener la última palabra sobre el personal y las políticas durante su vida corporativa, ha terminado recibiendo en el gobierno de Trump órdenes de asesores políticos más jóvenes y con menos experiencia que él.
¿Hacia dónde vamos?
Nadie sabe cómo termina esta película. A veces parece como que Donald Trump, lejos de representar a sectores de poder que lo impulsaron hasta la Casa Blanca, se ha apoderado del poder mismo con total desfachatez y falta de tino.Sus continuos exabruptos se han convertido ya en un asunto de debate legislativo en Estados Unidos. El congresista demócrata Jamie Raskin ha invocado 25ª Enmienda de la Constitución, para promover una ley de destitución presidente si se determina que está “incapacitado” físicamente o mentalmente para el cargo. La iniciativa, sin embargo, no tiene ninguna posibilidad de prosperar dado que depende del beneplácito del vicepresidente y de amplias mayorías en el Capitolio que son imposibles con la composición actual, pero da una medida del desespero de parte de la clase política y sectores de poder ante el caos Trump.
Su universo parece restringido a sí mismo, pero con la mira puesta en ese núcleo duro hiperconservador y patriotero, que lo llevó a la Casa Blanca y le aplaude sus desvaríos. Trump recuerda un poco Humpty Dumpty, aquel personaje de Alicia en el País de las Maravillas que decía enfadado y en tono burlón: “Cuando yo uso una palabra (…) quiere decir lo que yo quiero que diga… ni más ni menos […] La cuestión es saber quién es el que manda…Ni más ni menos.”
Tomado de: https://montesinos2010blog.wordpress.com/2017/07/06/trump-y-la-teoria-del-caos/
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