Multitudes siguen estoicas funeral de Chávez
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CARACAS, Venezuela (AP) -- Un soldado lanza botellas de agua
desde un camión a los ansiosos brazos sudados que forman un manojo de
extremidades.
El calor hace que la ropa se
empape y las suelas de los zapatos se derritan mientras la gente puja
por alcanzar alguna botella en medio de envases vacíos tirados por el
suelo.
No se trata de una operación
humanitaria tras un desastre natural a una ciudad paralizada: es la
periferia de la manifestación que ocurre a las afueras de los funerales
de Estado del presidente Hugo Chávez en Caracas.
En
las calles cercanas, atiborradas de motorizados, vendedores ambulantes,
personas que se acuestan sobre papel periódico en el césped de las
aceras del Paseo de los Próceres, la amplia avenida que da acceso a la
Academia Militar donde son velados los restos de Chávez, miles de
personas hacen una fila de más de tres kilómetros para conseguir ver el
cuerpo del dirigente.
El acceso al salón donde
permanece fue cerrado al público para poder dar paso al funeral con más
de una treintena de jefes de Estado y de gobierno.
Lejos
del salón con los presidentes en elegantes trajes oscuros, tres mujeres
con camisas rojas se protegen del sol bajo una única sombrilla; aún
les quedan más de 1.000 metros para alcanzar la meta.
Parece
una feria popular o una festividad nacional y casi el único momento de
solemnidad es cuando la muchedumbre oye por enormes parlantes y ve en
pantallas gigantes colocadas en distintos puntos que los presidentes se
levantan para escuchar el himno nacional interpretado por una orquesta
dirigida por el director venezolano Gustavo Dudamel.
Entonces reina el silencio por unos minutos y de las bocas de las tres mujeres salen las estrofas del himno.
Mónica
Castillo, de 55 años y que limpia pisos en un hospital capitalino, se
escurre las lágrimas, arregla su camiseta sobre la que lleva una foto de
Chávez dentro de una bolsa plástica transparente, "es para que no se me
dañé", dice y comenta con las otras dos mujeres a las que conoció
haciendo la fila que el presidente Raúl Castro luce muy bien, que las
hijas de Chávez en primera fila se ven tristes y que ya nunca volverán a
"amar" a nadie más como al fallecido líder.
A
lo largo de la extensa avenida, generalmente cerrada y sólo usada para
desfiles militares, parlantes transmiten la misa del funeral y las
tonadas de una orquesta militar.
Construido
por el dictador Marco Pérez Jiménez (1952-1958) el paseo dividido en dos
tramos, "Los ilustres" y "Los próceres", suma en total unos cinco
kilómetros de largo y es una versión caribeña de Las Tullerías y los
Campos Elíseos. El paseo venezolano fue inaugurado en 1956 y Los
próceres tiene un tramo con graderías techadas a los lados para el
público que asiste a los actos.
Esas graderías
fueron una tabla de salvación para los que abandonaban brevemente la
fila hacia la Academia Militar y buscaban protegerse del sol.
Parcialmente cubiertas de botellas vacías de agua y jugos que reparten
los militares pero también se venden a entre 1,5 y 3,9 dólares, las
bancadas de cemento también sirvieron de cama para los más extenuados.
Por
momentos, algunos son capaces de mencionar los problemas del país como
la inflación de 22,8% acumulada en 12 meses hasta febrero o la alta
criminalidad.
"Yo vivo en El Cafetal (una
barriada al este de la ciudad) y antes era tranquila y ahora se escuchan
tiros" por las noches, dice Yanina Barrera, de 42 años, propietaria de
una pequeña tienda que imprime dibujos en camisetas.
En
la fila y con una pequeña foto a color tamaño pasaporte de Chávez
pegada a su camiseta del lado izquierdo, Barrera asegura que con la
muerte de Chávez quedan "muchas cosas pendientes y me imagino que deben
estar en la mesa para que Maduro las cumpla".
Barrera
sabe que tendrá que esperar muchas horas para que avance la fila a
cuyos lados se forman como pequeños mercados persas: carritos de helados
forrados en afiches de Chávez, venta ambulante de anteojos de sol,
empanadas, películas y hasta pequeños muñecos plásticos de Chávez, de
unos 10 centímetros de altura, apoyados sobre una base redonda para no
caerse.
Nada de eso atrae a Jaime Bernal, un
conductor de autobús de 52 años, que ya cerca de la entrada cometió el
error de salir de la fila para ir a uno de los baños portátiles. Como
cuando faltan unos 500 a 1.000 metros para entrar la guardia tiene
barreras metálicas para controlar el paso, a Bernal le fue impedido el
paso para regresar a su puesto.
"Ya no me
dejan entrar, no es justo", dice recostado en un camión ambulante de
venta de comida estacionado junto a la barrera metálica.
Beisy
Colina, de 43 años, una administradora que trabaja en la empresa
telefónica estatal, mira la escena desde lejos sobre un pequeño bosque a
uno de los extremos del paseo y sentada en un banco portátil negro que
lleva consigo. Chávez es irremplazable, asegura, pero admite que también
cometió errores y "maldijo mucho" en público.
Con
dos hijos, de nueve y de tres años, Colina repite lo que es casi un
mantra al hablar con personas a lo largo de la fila o que están en
grupos separados observando las pantallas: aceptan al vicepresidente
Nicolás maduro, de 50 años, porque lo designó Chávez como su candidato a
sucederlo.
Pero "Nicolás nos tiene que demostrar que sí podemos confiar en él", dice mientras come unos gajos de naranja.
Unos
metros más allá de la mujer, Edgar Carvajal, de 50 años y trabajador en
una empresa de electrodomésticos advierte: "si Maduro se desvía, el
pueblo lo saca".
En restaurantes y plazas del
centro de Caracas pequeños grupos de personas siguen paso a paso el
funeral de Estado de Chávez por televisión.
"Si
mi comandante era un hombre que dividía, que peleaba con todos, con
otros países, estaría ahí (en su velorio) solo", asegura Argenis Urbina,
un librero de 51 años. "Esto es muy duro, sólo espero que Maduro no
permita que se diluya su obra".
La mayoría de
los centros comerciales y tiendas permanecen cerrados y unos pocos
vehículos circulan por calles y avenidas. Las autoridades decretaron el
viernes día no laborable con el propósito de aliviar el tránsito y
permitirle a muchos trabajadores ir a rendir honores al fallecido jefe
de Estado.
"Ha venido poca gente hoy, las
mesas casi todas están vacías. Si no mejora lo más seguro es que
cerremos temprano", se lamenta Johnny Pérez, un mesonero de 20 años.
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El periodista de The Associated Press en Caracas Jorge Rueda contribuyó en esta nota.
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