Qué se espera del nuevo Papa Mons. Abelardo Alvarado Alcántara |
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En estos días de preparación al Cónclave, los Cardenales
que han llegado a Roma (electores menores de 80 años y no electores
mayores de 80 años), están teniendo reuniones —llamadas Congregaciones
generales—, mañana y tarde. Para la elección del nuevo Papa los
cardenales necesitan discernimiento, oración, información, conocimiento
mutuo, diálogo entre ellos y ser dóciles a la inspiración del Espíritu
Santo. A ellos corresponde definir el perfil de quien sea el próximo
Obispo de Roma y Sucesor de San Pedro. Éstas son algunas de las consideraciones expresadas por varios cardenales en entrevistas a los medios sobre el perfil del nuevo Papa, que la Iglesia necesita en estos momentos: —Ha de ser un hombre de profunda fe y oración, un hombre de Dios que con su testimonio de vida trasmita el mensaje evangélico; que sea un pastor, cercano a la gente y sensible a sus necesidades. —Que dé prioridad a la evangelización y a la vivencia de la fe: una fe cálida y entusiasta, una fe renovada y contagiosa, una fe que nos haga sentir la alegría de caminar junto a Jesús, en la comunión con Dios en su Iglesia; evangelización adaptada a las diferentes situaciones culturales. —Que continúe con el esfuerzo de purificación al interior de la Iglesia (acabar con la inmoralidad y la ambición de poder de los clérigos) para hacer creíble su predicación. Cero tolerancia sobre abusos sexuales del clero. —Que esté en una edad intermedia: ni demasiado joven ni demasiado anciano; con suficiente vigor y fortaleza para cumplir las tareas del ministerio petrino; de entre 65 a 70 años de edad. —La nacionalidad no sería determinante. —Que sepa comunicarse con el mundo y con la cultura actual, abierto y sensible al mundo, y que tenga experiencia pastoral para saber proponer el contenido de la fe con claridad y convicción, utilizando para ello las nuevas tecnologías de la comunicación; que hable varios idiomas. —Que busque atraer especialmente a los jóvenes, la mayoría de ellos alejados de la Iglesia. —Capaz de promover el diálogo ecuménico e interreligioso (con las iglesias anglicanas, los ortodoxos, los judíos, los musulmanes, etcétera.) —Que responda a los desafíos que tiene la Iglesia en este momento: rechazo de Dios, secularismo, abandono de la fe, relativismo; pobreza, marginación, exclusión, migraciones, situaciones en el campo social, que hacen necesario difundir y promover la doctrina social cristiana y la práctica de la caridad y la justicia. —Que lleve a cabo la reforma de la curia (revisar la relación de la Curia con los diferentes episcopados; más representatividad de la universalidad de Iglesia; más colegialidad —que en alguna forma implica cierta descentralización de la autoridad—; más coordinación; mejor administración con más transparencia, especialmente en el manejo de las finanzas; menos burocracia, reducción y reorganización de las estructuras) para que esté realmente al servicio del Papa en el gobierno de la Iglesia. La curia no debe gobernar a la Iglesia. —Hay quienes piensan que el nuevo Papa debe modernizar a la Iglesia (el aggiornamento del que tanto se habló después del Concilio); se piensa que esta modernización se debe llevar a cabo en el campo de la moral sexual y de la bioética; permitir el uso de los anticonceptivos, las relaciones prematrimoniales, el celibato opcional del clero y la ordenación de hombres casados; el sacerdocio femenino, la aceptación de los homosexuales, los experimentos con células germinales, etcétera. Ciertamente son estas propuestas equivocadas. No es ésta la modernización que la Iglesia necesita. Hay otros temas que preocupan a los Cardenales y que suponen diversas lecturas e interpretaciones: sobre la interpretación del Concilio Vaticano II en continuidad o no con la tradición; significado de una eclesiología de comunión, etcétera. Parece superfluo afirmar que son tantos los problemas y desafíos que tendrá que enfrentar el nuevo Papa, que se requeriría un hombre extraordinario, un supermán religioso y que todos esos problemas no se van a solucionar por decreto o por un voluntarismo de la máxima autoridad de la Iglesia. No se nos olvide que por una parte la Iglesia es también una institución formada por hombres, que necesita estar en permanente conversión y trasformación y que por otra parte la barca de la Iglesia la conduce Cristo. A este respecto resultan tranquilizadoras las palabras de Benedicto XVI cuando, a punto de su retiro, refiriéndose a su pontificado expresó: “Existieron también momentos en los cuales las aguas estaban agitadas y el viento era contrario, como en toda la historia de la Iglesia, y el Señor parecía dormir. Pero siempre he sabido que en esa barca estaba el Señor y que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya y no la deja hundir. Es Él que la conduce, seguramente también a través de los hombres que ha elegido, porque así lo ha querido”. “Mi corazón está colmado de gratitud porque nunca ha faltado a la Iglesia su luz” (Homilía 28 de febrero de 2013). *Mons. Abelardo Alvarado Alcántara es actualmente Obispo Auxiliar Emérito de la Arquidiócesis de México. Fue ordenado sacerdote en Roma el 26 de octubre de 1958, para la Arquidiócesis de México. Cumplió un segundo Trienio en la Conferencia del Episcopado Mexicano como Secretario General. |
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sábado, 9 de marzo de 2013
Qué se espera del nuevo Papa
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